La presente campaña citrícola de Castellón se mueve por debajo de las buenas expectativas que tenían agricultores y comercializadores. El incremento de la producción sobre el pasado año y el aumento del consumo en toda Europa tras el estallido de la pandemia planteó en verano unas previsiones que no ha llegado a cumplirse. La peor parada ha sido la variedad más cultivada en la provincia, la clemenules, y solo se está a la espera de salvar la temporada con las especies más tardías.

Los precios oficiales de la Conselleria de Agricultura señalan que la clemenules se comercializa entre 18 y 27 céntimos por kilo. Un precio muy superior a los tres céntimos que llegaron a ofrecerse en la funesta campaña de hace dos años. Pero esta cifra no refleja toda la realidad. El responsable de calidad de la cooperativa Cofru, Francisco García Nebot, expresa que tanto «las malas condiciones meteorológicas como las plagas han hecho que el índice de aprovechamiento sea de tan solo el 70%». El porcentaje restante tiene los mismos costes de cultivo y recolección, pero los precios están muy por debajo, e incluso hay una parte que se queda sin vender.

Las escasas precipitaciones del final del verano y la cantidad de fruto en el árbol redujeron los calibres, a lo que siguieron las lluvias del pasado mes, con unas consecuencias peores de las estimaciones iniciales. Además, «se ha detectado una gran cantidad de cotonet, araña e incluso de cotonetclareta añade, con las consiguientes consecuencias negativas para los productores. «La fruta que ha superado las incidencias ha tenido una buena comercialización, pero el precio no ha compensado toda la que se ha quedado sin vender», detallan otras fuentes del sector.

El secretario general de la Unió de Llauradors, Carles Peris, lamenta que el sector «no haya podido aprovechar la inercia positiva que había dejado el final de la temporada pasada», marcada por el covid y un aumento de las ventas al resto de Europa. Pese al mal rendimiento de la clemenules, confía en que las variedades protagonistas de la segunda parte de la campaña, «como las clemenvillas, hernandinas o navel late», tengan un mejor comportamiento en precios, aunque advierte de que las cantidades a comercializar «son muy inferiores, porque el aumento del 37% de producción que marcó el primer aforo de la temporada se centraba de forma casi exclusiva en la clemenules».

Menos compras

La mencionada inercia de la pasada primavera hizo que los primeros tratos y la recolección se adelantaran unas semanas. En cambio, en estas fechas se detecta una escasez de compras. Personas conocedoras del negocio señalan que los grandes distribuidores «negocian con precios a la baja», lo que se une a una reducción de las transacciones con otros países, que no suelen reclamar cítricos hasta que las temperaturas son propias del invierno.

A pesar de este panorama, hay quien tiene una visión menos negativa. El presidente de la cooperativa Sant Josep de Nules, Fernando Peris, recuerda que en este momento «siempre hay un bache de los precios, que dura de 15 a 20 días, para luego remontar en las últimas semanas de recogida de la clemenules». Según su visión, habría tiempo hasta la primera quincena de enero para compensar parte de los desajustes, especialmente la escasez de calibres de la primera parte de la cosecha. Para que esto se cumpla será necesario que aumente la demanda y el interés de los comercializadores, y que no haya unas fuertes lluvias que incrementen las mermas.