Las Cuarenta

La opinión de Pepe Beltrán: Sinestesia albinegra

Tan extraordinaria campaña obnubila nuestra percepción y parece que no tengamos claro lo que queremos

Futbolistas del CD Castellón.

Futbolistas del CD Castellón. / GABRIEL UTIEL

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Abundando en mi tesis de la semana pasada me han hecho llegar un par de reflexiones que quiero hacer mías. La primera y más importante advierte que las críticas por el mal juego exhibido en las últimas jornadas no han sido ni mucho menos generalizadas, y que incluso no son tales, sino consecuencia de un espíritu inconformista y exigente que, con todo lo positivo que conlleva, no debiera confundirse con censura y, mucho menos, con desconfianza. La puntualización merece la pena.

Que el mejor camino para la victoria es jugar mejor que el rival sobrepasa los dominios de la perogrullada. Mas empíricamente no parece tan obvio. Precisamente la grandeza del fútbol, al contrario que otros muchos deportes, permite el triunfo con argumentos técnicos y tácticos más ramplones, hasta alimentar la sorpresa como justificación de no pocas injusticias. Ganar y jugar bien no siempre van de la mano, y no iba a ser el Castellón una excepción con todo lo que hay en liza en las próximas jornadas, circunstancia que tampoco debe ser óbice para reconocer todo aquello que se pueda mejorar en el futuro. Y por eso mismo cabe reconocer que no futboleamos con la misma velocidad y precisión de antaño -¿ataxia balompédica?-, la ansiedad ha sustituido la alegría, pero sumamos de tres en tres.

La segunda exhortación a la que me han invitado, más en tono didáctico que recriminatorio, hace referencia a la tan manida como vilipendiada idiosincrasia albinegra. No tanto al vaivén emocional que nos distingue in saecula saeculorum como por esos sentimientos encontrados que tantas veces nos corroen porque no estamos acostumbrados a que nos vaya bien y parecemos hasta rechazarlo. Una suerte de sinestesia si se me permite la perspectiva psicológica.

Digo de mi pragmático amigo Javier, que ya tiene dudas de si nos conviene ascender porque prohibirán la venta de cerveza. O de aquel otro exquisito que no celebra los éxitos porque en Tercera no suponen un mérito, si no el recordatorio de nuestro purgatorio. Y hasta el vengativo que reniega de que se arroguen el ascenso políticos o expresidentes, unos por no habernos apoyado nunca y otros por llevarse tajada. Difícil disfrutar del momento si anteponemos tantas consideraciones, difícil incluso vivir.

Porque el ascenso debería ser algo más que una simple evolución deportiva a la que nos ha encumbrado la selección natural de las especies deportivas, la de que suben los mejores. Como en su día el Centenario debió aprovecharse socialmente y no de manera tan narcisista y presidencialista. El regreso al fútbol profesional podría unificar a todas las familias que conforman el CD Castellón, la desaforada ilusión de los jóvenes y la experiencia de los veteranos, los accionistas minoritarios con la propiedad, los políticos que nos abandonaron pero mandan con los que de la oposición. Todos a una. Porque todos somos albinegros y nadie tiene la patente de repartir título alguno o valorar al vecino de asiento.

Aquí tiene que quedar claro que no hay mejores ni peores, solo los que quieren al Castellón frente a los que le han hecho daño, y no solo los expoliadores. Porque han sido demasiadas las agresiones recibidas como para olvidar, y la peor de todas siempre fue engordar ese cainismo que constriñe nuestro futuro. Y este pasa por Bob Voulgaris, la ampliación de capital, sus aspiraciones deportivas y la necesidad de complementarlas con una ciudad deportiva ad hoc y una ampliación de Castalia. No desaprovechemos el ascenso con banalidades ni arribismos.