Hasta en cuatro ocasiones pusieron fecha para casarse, pero Jose y Ana, una pareja de la Vilavella, veían como la pandemia y sus restricciones daban al traste con sus planes una y otra vez. Han recorrido un camino agotador, sobre todo desde el punto de vista emocional. Pero el 11 de septiembre fue el día. Celebraron su matrimonio con amigos y familiares, y también protagonizaron la primera boda religiosa en su pueblo desde marzo del 2020, como realzó la parroquia en sus redes sociales.

La primera suspensión fue, sin lugar a dudas, la más desconcertante. Todo estaba listo para el 20 de junio del 2020, como atestiguan los tarjetones con las invitaciones que se quedaron metidos en los paquetes que les entregaron en la imprenta. No llegaron a repartirlos. Sin duda un extraño recuerdo de un momento que ya de por sí fue muy insólito.

Como la mayor parte de la ciudadanía confiaban en que lo del covid-19 fuera cosa de unos meses. Octubre fue otro objetivo aplazado, pero esta vez fueron más precavidos. La evolución de la situación sanitaria les llevó a no dar nada por hecho hasta última hora. Reconocieron que el 2020 no era su año y fijaron sus ilusiones en el 2021. Para el 19 de junio. Pero se vieron obligados a otra desesperante cancelación.

Con el piso arreglado y dispuesto para ser habitado, dieron el paso de iniciar su vida juntos con un último propósito en mente: el 11 de septiembre del 2021. «Teníamos claro que nos íbamos a casar fuéramos 200, 40 o nosotros solos», asegura Jose, que reconoce que la que más ha sufrido los cambios ha sido la ahora su mujer, Ana, porque se encargaba de realizar los cambios de restaurante y todos los demás compromisos.

El sábado compartieron su enlace con 250 familiares y amigos en un día que ha hecho historia, personal y también local.