¿Qué nos deparará el futuro? Y lo que quizá sea más importante: ¿Qué futuro estamos construyendo? Son tantas las visiones apocalípticas, las narraciones sobre el declive y extinción de la raza humana, que uno se ve abocado al pesimismo extremo. No parece que haya esperanza para nosotros, porque pese a todas las advertencias recibidas —muchas de ellas procedentes, precisamente, de mentes lúcidas que se sirvieron de la ficción para hacer un llamamiento—, seguimos empecinados en procurarnos una vida de desesperación salvaje, de sometimiento, de supervivencia extrema. ¿O me equivoco? Quién sabe, probablemente; al menos, ese sería mi deseo, equivocarme, y que el ser humano sea capaz de, por fin, darse cuenta de su fragilidad, de que intente mostrarse empático para que todos esos males que nos acechan y que provocamos, sean los menos posibles, porque hemos de ayudarnos los unos a los otros, sí, y no ser siervos de la vileza y ruindad.

Octavia E. Butler fue una de esas personas visionarias, alguien avezada en el análisis del comportamiento humano. Lo demostró a lo largo de toda su obra literaria, como uno puede comprobar al leer la que es, probablemente, una de sus mejores novelas, La parábola del sembrador, que este año ha recuperado la editorial Capitán Swing —sello que este mismo otoño ha editado su continuación, La parábola de los talentos, que también recomendamos—. 

Este es un relato postapocalíptico de esperanza y terror, en el que una joven adolescente intenta, simple y llanamente, sobrevivir en un mundo que se ha vuelto caótico y violento, un mundo donde la vida de una persona no vale prácticamente nada, donde el caos se apodera de todo. No obstante, Lauren Olamina, que así es como se llama la protagonista, es una persona tenaz, alguien que todavía no ha sucumbido al horror y que cree en un posible futuro donde el sentimiento de comunidad y el amor vuelvan a resurgir de sus cenizas para que el porvenir sea, pese a los pequeños fracasos y crisis que siempre están ahí, mucho más llevadero y esperanzador.

Existe en esta novela una fuente espiritual, una fe, un camino que la joven Olamina —que sufre de hiperempatía— va labrando a través de un sentimiento religioso al que intenta darle forma pero con el que no pretende adoctrinar a nadie. Es esa especie de creencia, ese dogma, esa parábola del sembrador, la que ofrece cierta luz al final del túnel. En otras palabras, es ese credo que nos habla del cambio como parte de la vida, de la existencia y de la sabiduría común, la clave para que la humanidad vuelva de la oscuridad, de la sinrazón y del abatimiento. Así, Butler comparte una serie de «semillas» a la espera de que germinen en nuestro interior para que tomemos conciencia de que el camino de la sumisión, de la crueldad y de la búsqueda del poder por el poder, tan sólo puede traer el horror a nuestras vidas, dando como resultado un futuro en el que todos y cada uno de nosotros sea menos que nada.

El destino está en nuestra manos. Parece una obviedad pero fácilmente lo olvidamos. Menos mal que personas como Butler nos lo recuerdan de cuando en cuando.

'La parábola del sembrador' (Capitán Swing), de Octavia E. Butler.