Suena el despertador. Son las 5.45 de la mañana. Toca madrugar para emprender un viaje de ida y vuelta a Madrid. ¿La razón? Asistir a la rueda de prensa en la que se dará a conocer el nombre del ganador o ganadora de la VII edición del Premio Internacional Ribera del Duero que organiza la editorial Páginas de Espuma. Un privilegio, para alguien de provincias, acudir a un evento de esta índole. Un agradecimiento sincero, por la invitación, a Juan Casamayor y todo su equipo.

Hablar de Páginas de Espuma es hablar de un sello que ha dado y da nueva vida al relato en español en todo el mundo. Y hablar de este premio es hablar de una catapulta, de un verdadero acicate para los autores que logran el preciado galardón dotado con 25.000 euros, además de la publicación del libro seleccionado por parte del jurado. Este año, tal y como remarcaron durante la rueda de prensa, la decisión no fue fácil. Las cinco obras finalistas pusieron el listón muy alto y Rosa Montero, como presidenta del jurado, Cristian Crusat y Marta Sanz —tres titanes de las letras españolas actuales—, tuvieron la difícil tarea de elegir a una de ellas. ¿Cuál? Ustedes brillan en lo oscuro, de la boliviana Liliana Colanzi.

Con Colanzi tuvimos ocasión de hablar tras la entrega del premio. Emocionada, como era de esperar, nos desentrañó parte de los misterios que se hallan en esta obra que verá la luz el 11 de mayo, al tiempo que no dejaba de agradecer al jurado los comentarios «tan generosos por su parte» sobre su obra, porque, asegura, «ha sido una decisión intensa».

Acudo muchas veces a aquello que dijo una vez Roberto Bolaño sobre la literatura y el acto de escribir. Él decía que es «un salto al vacío». También hay quienes opinan que, en realidad, es un asomarse al abismo. Teniendo en cuenta que te interesan las fisuras, las profundidades, esos mundos extraños donde aflora cierto desconsuelo, ¿qué sería para ti la literatura, el proceso de escritura?

Es una forma de explorar lo desconocido, de navegar en lo oscuro, de perderse. Sé, por ejemplo, que hay escritores que necesitan saber a dónde están yendo cuando se sientan a escribir. No es mi caso. Para mí, la escritura tiene que ver más con el viaje a lo desconocido. Entonces, empiezo escribiendo con algún tipo de intuición, pero lo que quiero más bien es que el cuento me rebele hacia dónde está yendo, y en ese sentido es una relación bien difícil que tengo con el cuento, porque muchas veces me lleva a callejones sin salida en esa búsqueda tan intuitiva, ¿no? Pero otras veces me lleva a lugares que ni siquiera sabía que tenía adentro o a cuestiones en las que aún no había pensado.

«El libro tiene partes de oscuridad pero también partes de luz»

¿Cómo cuáles? ¿De qué situaciones estamos hablando?

Cuando empecé a escribir «La Cueva», que es el primero de los relatos que aparecen en Ustedes brillan en lo oscuro, no planeé interesarme tanto en la vida de los microorganismos, de los insectos, de todas estas criaturas pequeñas, digamos muchas veces invisibles al ojo humano, pero que sin embargo forman un tejido vital muy intenso y con el cual nos relacionamos. Para mí, también esta fue como una manera de explorar esa ebullición de vida que nos precede, que ha tenido lugar antes de que lleguemos nosotros como especie, o de que aparezcamos nosotros como especie en el planeta, y que probablemente vaya a continuar, incluso si nosotros no estamos aquí, aunque yo espero que estemos —se ríe—.

Colanzi con el galardón que se le concedió el pasado 24 de marzo.

Ver, o mejor dicho ahondar, en esas otras posibilidades que en primera instancia no sabemos que existen, o que no le concedemos importancia, ¿no es así?

Ese tipo de imaginación de lo otro es lo que me intriga del cuento, la posibilidad de que te lleve a lugares extraños, también que te muestre esas fisuras de lo real, o esos márgenes a los que nadie le está prestando mucha atención. Sí creo que ese tema de aquello que está un poco periférico o marginal aparece bastante en mis cuentos.

«Para mí, la escritura tiene que ver más con el viaje a lo desconocido»

De ahí la tendencia a la ciencia ficción, pues te permite ir más allá todavía, rozando incluso una temática casi post-apocalíptica.

Sin duda, hay un tema oscuro con alguno de los temas que trato en el libro. Está el tema de la radioactividad como una fuerza destructiva, por ejemplo. Sin embargo, hay también componentes de luz en las historias. No me interesa necesariamente esa imaginación del futuro que lleva siempre hacia la destrucción, hacia la muerte, si no ver cómo el futuro, o esta imaginación del futuro, puede ser un lugar de resistencia que active cosas que han estado en el pasado. Me interesa ese diálogo entre el pasado, entre elementos anacrónicos, pero que tienen una potencia de volver y de rearticularse, y de apuntar un futuro diferente. En ese sentido, el libro tiene partes de oscuridad pero también tiene partes de luz.

Lydia Davis dice que suele escribir relatos cortos porque éstos le devuelven a la vida, a su vida, con mayor rapidez. Imagino que te habrán preguntado hasta la saciedad por qué escribir cuentos.

La verdad, yo no sé por qué escribo cuentos. A mí me resulta un misterio saber lo que me llevó al cuento y no a otros géneros. Lo que sí podría ver como un rasgo de mi escritura, y que quizá se condense o se materialice mejor en el cuento, es que creo que escribo pequeños retablos andinos, esa especie de altarcitos en los que cabe desde un burrito con un niño Jesús y al lado un marciano. Esa posibilidad de la miniatura, abigarrada, barroca, donde pueden estar en conversación varios elementos contradictorios, en estos mundos pequeños pero muy condensados, esa tal vez sea mi aproximación al cuento.