Aunque con el paso del tiempo uno pueda cambiar de opiniones, sí creo importante ser fiel, o al menos intentarlo, a ciertos ideales o a maneras de hacer y decir las cosas, de describir el mundo que nos rodea. Sólo así, podemos reconocernos, saber quiénes somos. De lo contrario, lo que nos queda sería la desorientación y la pérdida. Digo esto porque, aunque para muchos ese acto de mantenerse firme es sinónimo de estar falto o carente de ideas, para mí es una clara demostración de fortaleza, de saber muy bien lo que se quiere, aunque siempre existan dudas –porque las hay y son necesarias–. 

Todo escritor que persigue un estilo, o que busca eso que denominan algunos como su «voz narrativa», ha de hacer sacrificios pero ha de confiar en sus fortalezas. En el caso de Sara Mesa, para mí una de las mayores autoras de nuestras letras sin dudar, esa capacidad suya para crear un espacio o atmósfera tensa, inquieta, es algo que no deja nunca de sorprenderme como lector, y es algo que busco encontrar en su literatura

Hay pocos escritores en la actualidad que logren mantenerte en un estado completo de alarma, y hacerlo de forma constante. Y no es que Mesa escriba sobre hechos atroces –aunque sí– o actos violentos –que también–, sino que la inquietud y el nerviosismo que genera viene dado por escribir sobre nosotros mismos, sobre nuestras debilidades y obsesiones, es decir, sobre todos aquellos horrores y errores que se esconden en los detalles más nimios –aparentemente– de nuestra cotidianidad. En esas disecciones morales y emocionales, la escritora sevillana es una maestra, como vuelve a demostrar en La familia (Anagrama), su nueva novela.

¿Qué es una familia? ¿Qué la conforma? ¿Cómo se construye? ¿Es la familia la representación simbólica de una sociedad virtuosa, amable, benévola? Cada familia, dicen, es un mundo, y solemos pensar en ella de la mejor forma posible, intentando esconder o disfrazar sus carencias, sus pequeños delitos y faltas. Así, la familia es o puede ser, también, un pequeño gran infierno, donde los secretos, las mentiras y actitudes agresivas marcan los destinos de todos y cada uno de sus integrantes. Eso es algo que en esta novela coral, fragmentada y con diversos saltos cronológicos, queda patente con esa asombrosa capacidad que tiene Sara Mesa para narrar los desequilibrios y desvaríos de esos seres humanos que están al borde del abismo, sin saberlo, o sin ser del todo conscientes.

En La familia existen muchas grietas emocionales, muchos silencios, muchos gestos de crueldad, y Sara Mesa intenta desacralizar la representación arquetípica de la familia, romper con ciertos tabús, al tiempo que desvela esas injusticias o actos impulsivos que el mal llamado amor nos induce a cometer.

Una vez más, vuelvo a sentirme atraído, afligido, involucrado. Contagiar en el lector esa sensación de angustia es algo que no es fácil lograr, pero con la maestría que posee Sara Mesa, resulta fácil. Qué difíciles somos los seres humanos, cuán fascinantes. 

'La familia' (Anagrama), de Sara Mesa.