Pasión y pulsión literaria. Poco más que añadir a la hora de intentar definir a Luis Rodríguez, a su literatura. Aunque, en realidad, estaríamos errando el tiro, porque hay demasiadas cosas que decir sobre su manera de escribir, sobre su manera de concebir algo tan sagrado para él como la palabra.

Hay quien dice de Luis Rodríguez que es un «enfermo de literatura». Otros le tildan de «autor complicado». También existen personas que ven en él a alguien que ha logrado armar una literatura que no se asemeja a nada que hayamos conocido hasta el momento, alguien que juega con la literatura, que se divierte, a pesar de ser un asunto muy serio en realidad.

Luis es como un niño que explora todas las posibilidades que le ofrece el lenguaje, capaz de generar historias sin historia, de crear narradores que son a su vez personajes de la trama y que se confunden con otros personajes, dejando al lector estupefacto. Ciertamente, uno nunca sabe cómo saldrá de la lectura de una obra de Luis Rodríguez. Lo que sí se puede afirmar es que no puede salir indemne.

Más de media vida lleva Luis Rodríguez en la provincia de Castellón, su hogar, donde ha formado una familia. Benicàssim es, desde hace años, su fortín, o su centro de operaciones, si bien ha recorrido la mayoría de las bibliotecas municipales de otras localidades a su alcance, devorando libro tras libro, aprendiendo, asombrándose por lo que otros antes que él escribieron, admirando la capacidad del ser humano por crear algo tan bello como la literatura. De todo ello ha ido nutriéndose para incorporarlo luego a su propia escritura, enigmática, exigente, siempre sorprendente.

Luis Rodríguez junto a Mario Aznar tras recoger los reconocimientos del premio. MIKI LOPEZ

Es un ser inquieto, y como tal no deja de interesarse por todo cuanto le rodea y le hace ese clic en la cabeza, ese algo que le despierta una insaciable sed de curiosidad y que luego transforma en una historia dentro de otra historia, o en una simple frase donde es capaz de condensar cientos de lecturas previas. Es, qué duda cabe, un ejercicio intelectual y metódico fascinante, a pesar del aparente caos y desconcierto que uno suele encontrar en sus libros. Y es que a Rodríguez, como lector rebelde que es, no le gusta hacer ninguna concesión al lector de sus obras, siendo las más de las veces muy directo. Así, por más que le consideren enrevesado, lo que practica, lo que ha practicado siempre, es una literatura concisa.

Por todo ello, y mucho más, claro, Luis Rodríguez es un digno merecedor del Premio Tigre Juan de Narrativa, un galardón que recogía ayer mismo en Oviedo por su obra Mira que eres (Candaya) acompañado por Mario Aznar, a quien reconocieron como finalista su obra Too late (La Navaja Suiza).

El jurado de este prestigioso galardón que ha premiado a figuras como Francisco Casavella, Belén Gopegui, Antonio Orejudo, Iñaki Uriarte, Samanta Schweblin o Brenda Navarro, por citar algunos de ellos, destaca del libro de Rodríguez que es «un artefacto literario que desafía las concepciones canónicas, pero también periféricas de lo narrativo». Asimismo, remarcan que está «plagado de singularísimos destellos de pensamiento e intertextualidad», ahondando también en la concepción formal del libro, que termina, según el fallo emitido ayer, «de redondear una propuesta tan arriesgada como impecable».

Una obra breve e intensa, «con un estilo muy personal y trabajado que desconcierta por su aparente sencillez». Eso es, grosso modo, Mira que eres, una obra, como todas las de Luis Rodríguez, que hay que leer, sí o sí, aunque uno crea que no está entendiendo nada. Lo mismo dijeron de Joyce y luego...