La noche suena a jazz gracias a una 'jam session' que conquista Castelló

Los músicos se reúnen una vez al mes en una cita que ya se ha hecho clásica en la sala de conciertos Terra

Laura Colmenero

Un grupo de músicos se reúne cada mes en el escenario. Crean un espectáculo de improvisación que inunda la sala del pub Terra de jazz. El público se reúne frente a Yago Sanz, Álex Fernández, Toni Martí, Diego Barberá, que se unen para dar vida a la escena musical de Castelló. Un evento que ya crea expectación, que tiene un público casi asegurado.

Comienzan a tocar, y hablan entre ellos mientras deciden con qué van a empezar. Unos chasquidos de dedos. Un murmullo. Un ritmo que marcan entre ellos para ponerse de acuerdo. Y empiezan a tocar. La jam session acaba de empezar. Unas quince personas se distribuyen entre las mesas. Aplauden con efusividad cuando entra la trompeta. Un ritmo calmado, pero alegre. Y se van acumulando en la sala a medida que pasa la noche. Algunos tienen un sitio fijo. Otros se van moviendo entre las mesas, la barra y la terraza.

Yago Sanz organiza cada mes el espectáculo.

Yago Sanz organiza cada mes el espectáculo. / Laura Colmenero

El ambiente es especial

Son familiares. Se saludan entre ellos. Músicos y público son uno. Cualquiera puede subir al escenario. Dejan sus instrumentos para dejar espacio a los recién llegados. Tocan con esmero. Un pequeño silencio. Una pausa. Se ponen de acuerdo. Y entran. Yago coge el ritmo que va a marcar en la batería con un movimiento rápido de pie. Se deciden entre ellos. Un, dos, tres. Y entran. Una canción lenta.

La luz se vuelve rosa y el humo empieza a inundar el escenario. Envuelve a los músicos en un aura casi irreal, mientras cierran los ojos para dejarse llevar. El público cobra vida. Algunos simplemente observan, atentos. Otros hablan entre ellos. Algunos marcan el ritmo ellos mismos con manos y pies que se guían por el sonido.

Una pausa. Y presentan a los músicos. El compás de nuevo viene con los dedos. Empiezan. La gente habla. Un murmullo constante que se funde con la melodía del escenario. La trompeta sale. La guitarra solista domina el escenario. Y un plato constante marca el ritmo. No hay un segundo de silencio, aunque aquellos que ocupan el escenario frenan, meditan, se ponen de acuerdo.

El evento tiene ya un público recurrente.

El evento tiene ya un público recurrente. / Laura Colmenero

Un silbido al terminar la canción. Y aplausos. Ya abren el escenario. Cualquiera puede subir y tocar. Los músicos que hay entre el público se redistribuyen. Yago se levanta, baja del escenario. Y Sergio Bisbal se mete en la batería.

Y entra la trompeta. Un solo de batería silencia el murmullo del publico. Los aplausos calientan la sala. Y la guitarra provoca los aplausos del público, inmerso en la música que trasciende en la sala. Un grito, un silbido. Apoyan a los músicos que llevan el escenario con el sonido del jazz.

"Gracias, Sergio, por sustituirme mientras me llenaba de cerveza, que es lo que más me gusta", dice Yago ante el micro, provocando las risas entre el público. Y vuelve a sentarse en su puesto. Les acompañan en el escenario dos músicos invitados. Son italianos, sus nombres son Roberto Spera y Antonio Caruso.

Un final que no quieren que llegue

La gente habla, barullo, y ellos empiezan a tocar una melodía tranquila que no rompe la conversación. Un pie que marca el ritmo. Unas baquetas que sacuden la música. Una melodía tranquila. Transmite misterio, seriedad. Un bajo marcado y una trompeta que conquista la sala. Y la música que se divide entre dos guitarras que comparten melodía. Un solo que se vive. Un bajo que marca. Un sonido más sensual que se deja llevar por el compás. Y dos punks que se besan efusivamente entre el publico. Y unos ojos que se cierran para sentir el sonido.

El espectáculo está a punto de llegar al final. Anuncian la última canción. Gritan desde la sala que no termine todavía. Empieza una nueva melodía. Y movimientos de cabeza que marcan el ritmo. Un móvil que marca los acordes. La extienden tanto como pueden, hasta que despiden aunque el público no quiera. Y terminan con los aplausos del publico, y la sacudida de los platos. Que deja la ausencia de una sesión que marca el sonido de la noche una vez al mes.