ARTE

Goya y la cerámica alcorina

El afamado artista pintó vajillas y porcelanas en su obra ‘El chatarrero’ que se expone en el Museo del Prado de Madrid

Los arrieros llevaban por toda España los productos de la Real Fábrica

Una carroza de nobles se detiene para ver los productos cerámicos de los arrieros alcorinos.

Una carroza de nobles se detiene para ver los productos cerámicos de los arrieros alcorinos. / J. Nomdedeu

Si alguien duda de la universalidad de la cerámica de l’Alcora solo hay que darle un dato. Hasta el gran pintor Francisco de Goya la inmortalizó en uno de sus famosos cuadros. Se trata de un óleo sobre lienzo, de nombre El cacharrero, que el universal pintor aragonés realizó en 1879 de estilo Rococó y que se encuentra permanentemente en el Museo del Prado de Madrid. El lienzo reproduce una carroza de nobles de la época que se detiene para ver los productos de l’Alcora que por el camino exponen y venden los arrieros alcorinos, en especial platos y vajillas muy preciadas que se elaboraban la Real Fábrica de l’Alcora.

La Real Fábrica de Loza y Porcelana fue fundada por el IX conde de Aranda en 1727 en l’Alcora con el beneplácito de los Borbones y su corte. Su cierre se efectuó en 1895. El conde, además de ser un gran visionario y elegir l’Alcora por la gran tradición alfarera que ya poseía entonces y tener alrededor todos los recursos y materias necesarias para su elaboración, era un gran conocedor de la tradición gastronómica francesa, así como de las nuevas maneras de comer y poner la mesa. Afirman los especialistas más expertos y reconocidos en cerámica que la Real Fábrica alcorina (denominada popularmente La Fàbrica Gran) introdujo la vajilla como tal en el territorio español abasteciendo inicialmente a la aristocracia francesa que llegó a este país con Felipe V y, posteriormente, a partir de Carlos III, a la nobleza no cortesana.

Una carroza de nobles se detiene para ver los productos cerámicos de los arrieros alcorinos.

Una carroza de nobles se detiene para ver los productos cerámicos de los arrieros alcorinos. / J. Nomdedeu

Modelo a seguir

L’Alcora fue una fábrica modelo de gran difusión, con una gran infraestructura de talleres de formación dirigidos por los mejores maestros galos y los españoles que iban destacando en su formación. Alcanzó su mayor esplendor durante la segunda mitad del siglo XVIII, siendo el referente para el resto de centros alfareros de la Península, como Talavera, convirtiéndose en la mejor cerámica europea y de las más cotizadas del mundo. La serie conocida como del ramito es una de las que debió ser más popular, por el gran número de piezas y ser una de las más imitadas en otras fábricas (Talavera, Ribesalbes....). Se trata de una decoración de ramos de flores, frutos y hojas de distintos tamaños, dispuestos de forma aislada y ordenada en el centro y en los extremos de las piezas, o formando pequeñas orlas.

Estas piezas figuran entre las decoraciones del barro común en el memorial del director Mamés Lalana de 1775, que recoge datos desde 1764. Se desconoce cuándo dejó de producirse, pero, dada su popularidad, se extendió al menos durante el resto del siglo XVIII, hasta que comenzó a imponerse el gusto neoclásico. Esta serie también es conocida como del cacharrero porque aparecen en el cartón para tapices de Goya.

Imagen de la Real Fábrica de l'Alcora en 1901

Imagen de la Real Fábrica de l'Alcora en 1901 / J. Nomdedeu

Alfares más modestos

El éxito de la cerámica de la Fábrica alcorina provocó que en localidades cercanas, como Onda (1778) y Ribesalbes (1781), e incluso en la propia l’Alcora, se fundaran alfares más modestos, pero que, con el trabajo de los operarios salidos de la misma Real Fábrica, imitaban sus moldes y decoraciones, y vendían sus productos a un menor precio.

No se sabe con exactitud cuándo comenzaron a funcionar, pero son conocidos los continuos esfuerzos de la dirección en contra de esta competencia. En 1784, la Junta de Comercio y Moneda autorizó a la Real Fábrica de l’Alcora a marcar sus productos con una A, y en 1788 obligó a las otras fabriquetas a elegir una marca diferente que cada uno debía usar en la loza de sus obradores.

Esa marca en el reverso, o la firma del pintor o el moldeador, han servido a los expertos para distinguir las piezas auténticas de las imitaciones, algo que también se aprecia con los materiales usados, dado que l’Alcora emplea una arcilla bastante rojiza, característica de la zona, o en tierra de pipa y porcelana blanda que es indispensable conocer para su autentificación y supone un valor añadido al producto final.