Después del empate ante el Albacete Balompié, puede que parezca precipitado ir tomando medidas para replanificar el proyecto actual del C. D. Castellón, pero sería una forma evidente de demostrar que desde el propio Consejo de Administración albinegro hay interés en que el equipo no pase ningún apuro en su objetivo de salvarse del descenso, algo que solo se conseguirá si, precisamente, se empieza a ajustar una plantilla que está completamente desequilibrada deportivamente. Es decir, lo que antes de iniciarse la presente campaña se exigía, debería ser en el próximo mes de enero una obligación, porque ahora ya es una necesidad tener un jugador que ponga orden en el centro de la defensa; un centrocampista que marque el ritmo del partido y, al menos, un delantero que presuma de ser un goleador.

Hay por delante dos meses para paliar los daños que se están haciendo a un afición que demuestra, jornada tras jornada, que no se conforma con medianías y que quiere un equipo que esté a su misma altura. Porque ayer, ante el Albacete, el equipo titular que salió en Castalia le dio la razón al cuerpo técnico: ¿dónde está la diferencia entre estos y los otros, los que jugaron el pasado miércoles contra el Villarreal en la Copa del Rey?

En lo único en lo que no se puede exigir más de los albinegros es de la garra y coraje que ponen unos y otros pero, Castellón, la capital de la Plana, no puede tener un equipo que desde hace tiempo no hace nada más que deambular por el terreno de juego.