Seguramente, en Gijón siempre recordarán este partido, por la voluntariedad o no de las manos de Godín y la supuesta intencionalidad en dejar la pelota en condiciones para que un compañero marcara el tanto de la victoria del conjunto amarillo.

Pero, como quiera que todo depende del color del cristal con que se mira, debemos quedarnos con las dos manos que se ha sacado el portero Cuéllar en pleno vuelo vertical, que impidieron que el Villarreal se adelantara con anterioridad. O cómo el cuerpo y la colocación de Diego López están siendo decisivos en acciones puntuales tanto ayer en El Molinón como el miércoles en El Madrigal, cuando el Submarino venció al Racing.

Y, por supuesto, celebrar que Rossi no haya perdido el olfato goleador en su vuelta después de la interminable lesión. Con su regreso y el reciente de Nihat, contando con el permiso de Joseba Llorente, ahora sí que este Villarreal tiene todo su potencial a punto, a disposición de Pellegrini. Hasta ahora, había sido solamente un simulacro.