La normalización de la situación deportiva del Castellón provoca, como efecto colateral, la mejora de muchos aspectos. Tal vez suceda al revés, aunque lo cierto es que, en las últimas semanas (la verdad es que prácticamente todo el mes de febrero), las sensaciones son otras: llegan las victorias, el equipo no encaja goles y los marcan quienes están predestinados para ello: los delanteros. En este sentido, lo que sucedió el pasado domingo, en Riba-roja de Túria, tuvo un efecto redentor sobre todo para dos futbolistas: Hugo Salamanca y Víctor Pino.

El primero ya había celebrado uno con la camiseta albinegra. Fue de penalti, y aunque -al fin y al cabo- suma igual que uno que marques desde el centro del campo, no es lo mismo. El de Usera abrió el camino para al victoria frente al Villarreal C desde los 11 metros, pero, a excepción de este fogonazo, lo cierto es que se le veía con un punto de ansiedad, no solo porque no veía puerta con más asiduidad, sino porque centrado en convertirse en el primer defensor del equipo, vivía bastantes metros fuera del hábitat natural para un ariete como él, de cerca de 1,90 de altura.

LA ‘PIZARRA’ LE AYUDA // El propio Ramón Moya había alabado semanas atrás ese esfuerzo, pero seguro que tenía esa espinita clavada. Todo ese peso extra sobre sus bien armadas espaldas se esfumó de un plumazo cuando, pasado el primer arreón del Ribarroja, funcionó la estrategia del entrenador ilerdense y Félix Bárez le puso la pelota en su cabeza para, ayudado por la pasividad de la retaguardia y el guardameta locales, anotar el 0-1. Si había dudas en torno a su rendimiento, a sus prestaciones como goleador, ahí estaba él, para dejar sin argumentos a sus detractores.

Albert Yagüe había dado el primer impulso goleador a los atacantes albinegros. Finiquitó el derbi contra el Villarreal C con aquella vaselina (había forzado el penalti del 1-0) y su cabeza había conducido al primer triunfo de la era Moya, en Pinoso. A decir verdad, también hay que darle un alto grado de responsabilidad en el 1-0 al Cullera, en una falta botada por Ximo Forner y que rebotó en la barrera, puesto que el de Vilassar de Mar había sido quien la había sufrido, así que su lesión, antes del desplazamiento a Riba-roja, dejaba al Castellón huérfano del que estaba siendo su hombre más determinante cara a la puerta contraria. Por tanto, más presión también para Víctor Pino que, liberado de la banda, pasaba a ejercer el rol del barcelonés.

AJUSTA EL PUNTO DE MIRA // El canterano, con una respuesta muy por encima de la esperada (todavía está en edad juvenil), ya había dado muestras de su clase en el campo Perfecto Rico Mira, con la asistencia a Yagüe en el único tanto y después de forzar también la expulsión de un rival. Pero si no salió a hombros de allí, fue por centímetros, porque estrelló dos balones en la madera.

El remate que, el domingo, sirvió para dar la puntilla al Ribarroja, no tenía una excesiva dificultad; más bien poca, pues se trataba de acompasar simplemente el pie, con el cancerbero ya batido. Pero lo que ha quedado dicho antes: fue gol, da igual que sea de penalti, a puerta vacía o tras dribar a medio equipo.

Falta saber quien se convierte en el máximo goleador del Castellón de aquí al final de temporada (12 encuentros), puesto que sigue siendo Adolfo, que ya hace bastantes semanas que acabó enrolándose en el Alzira tras las cuatro dianas que no le sirvieron para quedarse en Castalia... H