Después de tres meses repletos de anomalías, con un periodo en medio de semanas en el que la vuelta del fútbol parecía imposible, los goles para la victoria del Sevilla en el derbi ante el Betis (2-0, tantos de Ocampos y Fernando) llegaron como el gran consuelo de todos los aficionados, aunque el primero fuera de penalti y en un partido con la emoción de inicio diluida entre la poca frecuencia de ocasiones y con el nivel de intensidad muy de lejos de lo que es propio en un derbi sevillano.

En el desarrollo del juego se fueron disipando las pocas precauciones contra el coronavirus que los jugadores podían tener en la mente, con empujones por hacerse con el balón para sacar rápido y abrazos masivos en la celebración de los goles, sobre todo en el segundo sevillista que decidía el derbi. Sin público en la grada, la condición de local pierde gran parte de su atractivo.

La retransmisión televisiva estrenó una versión virtual del partido, con audio editado, como un truco de titiritero, para que suene un ambiente con cánticos constantes, aunque acompañado de publicidad en la previa y público por ordenador para dar color y completar el espectáculo prediseñado. Para el mundo, Tebas distribuyó solo la producción futurista bajo el lema España te espera en apoyo al turismo. Solo en la retransmisión para el canal principal de España se podía escuchar la desolación de las gradas desiertas, que se aplacó con música en el minuto de recuerdo por los fallecidos, además de los gritos desmesurados de los jugadores tras una falta, cada golpeo de balón y las protestas al árbitro. Para los apenas 200 asistentes al partido también hubo sonidos más allá de los típicos del fútbol a puerta cerrada (el himno del Sevilla).