Crisis interna

El giro de Vox achica su espacio electoral y le acerca a los ultras de Hungría y Polonia

La consagración de ala de Buxadé, defensor de ‘la teoría del gran reemplazo’ contra la inmigración y del proteccionismo económico, aleja al partido de Abascal de la extrema derecha centroeuropea

Santiago Abascal, durante el seguimiento de la jornada electoral del 23J.

Santiago Abascal, durante el seguimiento de la jornada electoral del 23J. / A. Pérez Meca / EP

Isabel Morillo

La salida de Vox de Iván Espinosa de los Monteros responde a una disputa por los liderazgos dentro del partido pero encierra también el triunfo de un ala, la del vicepresidente Jorge Buxadé, que acerca a la extrema derecha española a los ultras de Europa del Este, con los partidos que gobiernan Polonia y Hungría como espejo. Una derecha radical que se centra en las cuestiones más moralistas, de raíz neocatólica, que pone el foco en el colectivo LGTBI, la represión cultural o el papel de la mujer, antiabortista y proteccionista en lo económico.

“Con la salida de Espinosa, Vox dejaría de ser un partido de corte neoliberal en lo económico para acercarse a posiciones más de la extrema derecha de Europa del Este. Habría que ver qué va a hacer Vox con Europa y el tema internacional, si va a cambiar definitivamente su estrategia para asumir los postulados de Buxadé”, señala el politólogo Pablo Simón. Buxadé, actual vicepresidente de Acción Política del Comité Ejecutivo Nacional de Vox y jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento europeo, es defensor de la ‘teoría del reemplazo’. Una tesis supremacista que alerta de una invasión de otras razas y religiones que están suplantando al cristiano blanco europeo.

“Representa a un Vox contra Soros y la agenda 2030, en una línea ‘putinista’ y nada ‘atlantista’, como hasta ahora era Espinosa”, explica Simón. Para entender las diferencias económicas dentro de Vox fue muy ilustrativa la votación en el Parlamento europeo, en 2020, sobre el tratado de libre comercio con Vietnam, que recibió luz verde pese a dudas sobre los derechos humanos y las condiciones laborales del país asiático y dividió el voto de la extrema derecha española. A favor estuvieron los eurodiputados de PP, PSOE, Ciudadanos y el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch, mientras que a los votos en contra de Unidas Podemos se sumaron los de ERC, Bildu, En Común Podem, otra de las eurodiputadas de Vox y los de los exconsellers Toni Comín y Clara Ponsatí. Se abstuvieron el expresidente de Cataluña, Carles Puigdemont, y dos eurodiputados de Vox, Jorge Buxadé y Margarita de la Pisa Carrión.

Lejos de Centroeuropa

Buxadé, que fue candidato de Falange Española, aleja al partido de Abascal de otras derechas radicales europeas. “Lo que tienen en común las familias de la extrema derecha en Europa son tres grandes rasgos. Son partidos autoritarios, hacia el interior y hacia el exterior, duros. De carácter nativista, ultranacionalistas y xenófobos y siguen estrategias de carácter populista”, explica el profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid. Son las diferencias, explica, lo que puede ayudar a entender por qué en países como Italia, Países Bajos o Francia hay más de un partido de extrema derecha.

“Hay partidos que son más de corte reaccionario neocatólico, donde estarían Polonia y Hungría, y otros como Le Pen en Francia, la AFD alemana o la FPÖ de Austria que evitan poner el foco en esos temas más de la moral católica y trata de acercarse a su electorado a través de la 'islamofobia', trasladando que son los musulmanes los que están contra las mujeres o los homosexuales. Son partidos de raíz protestante, de Centroeuropa, sin tradición católica, que marcan aquí su primer eje de ruptura”, analiza Simón.

Otra cuestión que puede marcar una diferencia entre las distintas familias de la extrema derecha europea es si son partidos independentistas o centralistas. Aunque con Vox en España eso está fuera de debate, surgió como respuesta al proceso soberanista catalán, no es así en toda Europa. El Bloque Flamenco, un partido de extrema derecha secesionista. En España, el partido Aliança Catalana, que se ha hecho con la alcaldía de Ripoll, cumpliría ese patrón.

El eje económico

El tercer eje que marcaría la diferencia está en la economía. “Los neoliberales puros, que siguen la estela de Reagan o Thatcher, utilizan como fórmula ganadora esa doctrina económica junto a cuestiones de seguridad e inmigración. El ejemplo más claro de mutación está en Le Pen, padre e hija, con un partido original de corte neoliberal en lo económico que mutó con Marine Le Pen a posiciones más chovinistas, cada vez más proteccionistas, para acercarse al movimiento obrero contra la comunidad extranjera, agitando el miedo a las multinacionales para captar el voto de la clase obrera y los pequeños y medianos empresarios”, afirma el politólogo.

Alberto López, investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Ámsterdam, sostiene que “hay paralelismos con otras extremas derechas europeas” y en ese sentido “Vox es muy volátil, con patrones de crecimiento que hacen que el partido oscile arriba o abajo muy rápido”. “En Austria la extrema derecha vuelve a estar en auge tras una caída muy fuerte, en Reino Unido casi se extinguió cuando consiguió el Brexit”, explica, pero “los partidos de extrema derecha están instalados en Europa en una horquilla entre el 20 y el 30% de los votos”. Las elecciones del 23-J dejaron al partido de Santiago Abascal con 33 diputados, 19 menos, y el 12,39% de los votos.

La bandera ideológica

Tampoco escapa la derecha radical española de las diferencias internas de otras formaciones europeas. Son partidos donde conviven “liberales, conservadores o nativistas”. Lo difícil, explica el también doctorado por la Universidad de Zurich, es decidir “donde ponen su bandera”. “Si ponen el acento en postulados ultraconservadores contra los homosexuales o la mujer repelen a una parte del electorado, si eligen la bandera neoliberal ahuyentan a otros, lo único que siempre es más fácil es el discurso nacionalista antiinmigración pero a diferencia de otras realidades europeas la inmigración no es un problema tan importante en España”, advierte.

Es habitual, indica López, que este tipo de partidos sufran crisis como la de Vox. “Cuanto más caen, más recortan su espacio, más voces críticas surgen y más se radicaliza el partido. Es una espiral difícil que no afecta solo a Vox. Al PP también le sale más caro estar más cerca de ellos, tienden a querer distanciarse, se ahonda la estigmatización y de nuevo se achica su espacio electoral, con daño para su reputación”, abunda el profesor gaditano afincado en Ámsterdam. Si algo hacía Espinosa de los Monteros era ‘blanquear’ la imagen de Vox, tendiendo además puentes hacia las élites económicas del país y los grandes empresarios.

Dos o más partidos

En Países Bajos, con 17 partidos en su Parlamento, hay cuatro formaciones que podrían calificarse de extrema derecha, algunas surgen como escisiones y otras no. En Francia hay dos, el de Marine Le Pen y el de Èric Zemmour, en Italia conviven Giorgia Meloni y Matteo Salvini. Es habitual que en la derecha radical convivan varias familias.

En realidad en Vox, las discrepancias estratégicas siempre han existido pero tienen que dirimir dónde a partir de ahora van a poner el foco en su discurso público. “En España, a Vox le va tan mal como bien le va al PP. El espacio sigue siendo a la derecha del PP y pese a sus intentos por captar voto obrero o voto rural esa ‘lepenización’ en España de momento no la han conseguido”, explica Simón. "Ese Vox agrocultural debe tomar posición por una estrategia", defiende el profesor de la Carlos III.

“Cuanto más se radicalice Vox más solo se verá y más se tambaleará el liderazgo de Abascal, empezará de nuevo a tener coste social la expresión de determinadas opiniones radicales que con la llegada de Vox se han normalizado, pero ese debilitamiento no será definitivo, la experiencia europea demuestra que bastara una crisis migratoria, económica o por ejemplo el resurgimiento del independentismo en Cataluña para que Vox recupere votos”, advierte López. Vox está en horas bajas pero lejos de desaparecer, como vaticinan los 'caídos' del partido.