No corren buenos tiempos para el comercio tradicional, de barrio. Y menos en las grandes ciudades, donde los hábitos de consumo de sus habitantes se encamina de manera cada vez más acusada hacia las grandes superficies o grandes supermercados, haciendo una misión casi imposible la subsistencia de esas tiendas de cercanía, de toda la vida, en la que el vínculo entre comerciante y cliente va más allá de la simple transacción comercial, llegando, en muchas ocasiones, a la amistad.
La sensación de tristeza todavía es más intensa cuando uno de esos comercios de siempre se ve obligado a cesar su actividad dejando atrás más de un siglo de historia. Es el caso de la tienda de salazones Giner y Verchili, heredera de Salazones Fernando Vivas. La jubilación de sus actuales dueños y la ausencia de ofertas para coger el relevo pondrá punto y final a 124 años al servicio de la gente de Castelló. Guillermo Verchili (67 años) y su socio José Vicente Sales (63) viven en esta recta final de septiembre sus últimos días ofreciendo sus productos a una fiel clientela que ahora tendrá que buscar en otro punto ("¿existirá?", se preguntan) el mejor bacalao en salazón o las codiciadas sardinas de bota que en Giner y Verchili tenían un sabor especial.

"Ha llegado el momento del adiós", lamenta Guillermo Verchili. Él, como su socio José Luis, son los principales protagonistas de los últimos 10 años de estos coloniales, que nacieron en los albores del siglo XX, aunque Guillermo, antes de llegar a la gerencia, trabajó en el negocio desde 1977. José Vicente desde dos años antes, 1975. "Mi abuelo, Fernando Vivas Silvestre, fue el que comenzó el negocio, aunque la salazonadora de verdad era mi abuela, Rosario Lloret, conocida por Rosarito La Paloma, por el uniforme de blanco inmaculado con el que despachaba el género en el Mercat Central", cuenta Fernando Vivas, que en su día, en 1977, rechazó tomar el testigo de su tío Ricardo y desvinculó a la familia Vivas de este popular comercio, aunque esta sigue siendo la propietaria del local de la calle Zaragoza, frente la plaza Tetuán y al histórico edificio de Correos. La mejor ubicación posible para una tienda no menos histórica que su entorno. E importante.
"Estamos hablando de una época en la que no había neveras, ni había granjas de cerdos ni de aves, lo que hacía estas carnes inaccesibles para la mayoría de la población", dice el nieto del fundador de este comercio para explicar la importancia de su abuelo en el panorama social y económico de la época, situado "entre los cinco mayores contribuyentes de Castelló", solo por detrás de Enrique Gimeno, Joaquín Dols, José Fibla y Enrique Tárrega.
"En una época en la que no había neveras ni granjas de cerdos ni de aves, lo que hacía estas carnes inaccesibles, la importancia de los salazones era notoria. Mi abuelo estaba entre los cinco mayores contribuyentes de Castelló"
La cronología
Después de esta primera toma de contacto con los datos, fechas y personajes protagonistas de estos 124 años de historia que tocan de forma inminente a su fin, vamos a trazar, al menos intentarlo, un hilo cronológico sobre la historia de este comercio tradicional de la capital de la Plana.
En 1907 Fernando Vivas y su esposa Rosario Lloret fundan el negocio, un almacén de salazones y coloniales que rápidamente consigue hacerse un hueco importante en el comercio de la ciudad, ofreciendo su productos estrella, el bacalao y la sardina de bota, dos de las bases de la alimentación en aquella época, desde principios de siglo, a la Segunda República, pasando por la dura posguerra, en la que la carne porcina y aviar era un lujo al alcance de muy pocos. En los años 60, con las primeras grandes granjas de cerdos y aves y el abaratamiento de la carne de estos animales, el negocio de Fernando Vivas se fue diversificando y ampliando el catálogo de productos.
Uno de los hijos de Fernando, Ricardo, continuó poniendo el apellido familiar al comercio hasta el año 1977, cuando entran en escena Manuel Giner y José María Verchili, que rebautizaron el comercio a Salazones Giner y Verchili, la nomenclatura que ahora exhibe la fachada de un edificio marcado por la historia, con señales de metralla de una bomba de la Guerra Civil Española en la reja de uno de sus ventanales (imagen inferior).
La última etapa de Salazones Giner y Verchili se inicia en el 2001, cuando un hermano de José María, Guillermo, y José Vicente Sales, ambos empleados del negocio, deciden hacerse cargo de la Sociedad Limitada (SL) que ahora se dispone a disolverse.
Bacalao y atún, productos top
A pesar de la amplia oferta de grandes comercios, el bacalao en salazón y las conservas de atún de Giner y Verchili no tienen rival entre los gourmets castellonenses. "La calidad es lo que siempre nos ha distinguido. Si un comercio apuesta por la calidad, como en nuestro, siempre funciona", recalca Guillermo, mientras atiende a la que será una de las últimas clientas de la tienda situada en pleno corazón de Castelló.
No será el único producto que echen en falta a partir del 30 de septiembre los habituales de este pequeño comercio. Anchoas, berberechos, mejillones o la suculenta mojama de Giner y Verchili dejará un enorme hueco en la mesa de muchos hogares de Castelló y de la decena de restaurantes que confiaban en los productos top de Guillermo y José Luis.
A ambos se les empañan los ojos cuando piensan en una puerta cerrada en el número 10 de la plaza Tetuán a partir de octubre. A pesar de que el cartel de Se Traspasa (foto superior) luce en la fachada no han recibido ninguna oferta de garantías para continuar el negocio. "Hasta alguno nos han intentado engañar, y ya no estamos para problemas", señala Guillermo. Él y José Luis quieren una jubilación tranquila, aunque sea a costa de poner el rótulo de Fin a una bonita historia, la de un comercio que siempre estará en el corazón de los castelloneros de soca.