Lejos de detenerse, el invierno demográfico se consolida este año, cuando se han producido casi tres muertes por cada dos nacimientos en la provincia de Castellón, según los datos recogidos durante el primer semestre y publicados este martes por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Si en el conjunto de España y en la Comunitat Valenciana la tendencia es igualmente negativa, en el territorio castellonense llegaron al mundo entre enero y junio apenas 2.793 bebés, es decir, 80 menos que en el mismo periodo del 2017, lo que representa una caída del 3%. Mientras, los fallecimientos se han disparado, con un alza del 12%, al pasar de los 2.666 del periodo estudiado en el 2017 a la cifra de 3.005 del 2018, de modo que se han registrado 339 muertes más, cerca de dos cada día de incremento.

Población a la baja

El resultado final es que nacen menos niños y mueren más castellonenses año a año, con una brecha cada vez mayor a favor de los decesos, por lo que la población continúa reduciéndose en un proceso que llegó a invertirse en el periodo de más auge de la inmigración, ahora paralizado. En el caso del primer semestre de este año, el saldo vegetativo revela que las muertes han superado en 812 a los alumbramientos, cifra que sobrepasa de largo a la de 393 del mismo periodo del 2017. La tendencia de descenso es especialmente sangrante el interior, como viene informando el diario Mediterráneo, donde el envejecimiento no deja de avanzar pese a planes como los de Diputación y Generalitat.

En este contexto, el profesor de Geografía e Historia de la Universitat Jaume I (UJI) Javier Soriano ratificó este martes que los datos «vienen a refrendar la tendencia de los últimos años», y explicó que, «por pura ley biológica, a pesar del aumento de la esperanza de vida y las virtudes del avanzado sistema sanitario», el hecho de que hay más personas con una edad avanzada hace que «la mortalidad siga aumentando».

Soriano añadió que la tendencia en esa variable demográfica «seguirá con esas pautas», ya que, según argumentó, en el largo plazo que pueden suponer poco más de dos décadas, el número de integrantes de la tercera edad (65 a 85 años), y de la denominada ya cuarta edad (mayores de 85) «va a continuar aumentando».

A la espera del ‘baby boom’

Entre las razones, el profesor de la UJI apuntó que las cohortes del baby boom, los nacidos en las décadas de los 60 y los 70, irán llegando a la jubilación e incrementando el número de población de más edad. A su juicio, esto, además, «provocará una sobrecarga en el sistema de pensiones y en todo el sector asistencial que requiere ese grupo de edad».

Por otra parte y en cuanto al capítulo de la natalidad y su evolución a la baja, Javier Soriano indicó que, «a pesar del descenso, tendrá supuestamente un comportamiento más irregular, con altibajos, según indican todos los modelos». No obstante, el docente puntualizó que se trata de «una variable más impredecible» que la relativa a las defunciones, porque «está sujeta a factores externos que pueden variar en el corto plazo, como las migraciones, ya que si se reactiva la inmigración podría subir la natalidad, del mismo modo que la marcha de la economía» también tiene consecuencias en este campo.

De hecho, como muestra el gráfico adjunto, es entre el año 2000 y el 2008, fecha esta última de inició crisis económica, cuando los nacimientos tuvieron su última época dorada hasta el momento, precisamente por la llegada de inmigración joven cuya descendencia nacía en la provincia.