Castellón está presente en muchas de las novelas de Concha Alós. Empieza así su relato: “La ciudad es una próspera capital, que tiene un campanario rojizo en el centro, un paseo lleno de palomas en el que hay un estanque donde viven unos peces de colores y unas cuantas ocas”. O cuando habla del chino Musné. O del Capri con Nini Sandomenego, o de la desaparecida Panderola. Y de la librería Armengot, de La Saldadora Casa Mas, de Marino Ferrer. Decía también: “He de atravesar toda la ciudad. Más allá del paseo de Ribalta; después de la vía del tren, está mi casa, con la higuera al lado de la puerta, cerca del río Seco…”. Habló del fotógrafo Riau, de La Farola, de las Fiestas de la Magdalena, de las películas del oeste en el cine Romea, de la ‘volteta per el carrer d’Enmig’ tan apropiada para novelarla y convertirla en destacada.