Nos levantamos prontito. No hay ganas de dormir más. Enseguida comprobamos que los pequeños están jugando a Minecraft y Brawl Stars con las gemelas. ¡Bendita tecnología!

Bajo a la perrita, compro el pan y el periódico. Hoy hay algo más de movimiento en la calle. En la puerta de la farmacia se ve una larga cola. La panadería atiende a buen ritmo y al quiosco también acuden bastantes vecinos. Oigo a un cliente decir que ha pagado cinco euros por la mascarilla que lleva puesta. ¡Cinco euros! ¡Qué atraco, joder!

Mi compañera Patricia me escribe por wasap para regañarme. En el artículo de ayer escribí algo así como que «ayudo en las tareas domésticas» cuando debí escribir «comparto las tareas domésticas». Tomo nota. Nadie es perfecto, y menos yo.

Al volver a casa me cruzo con un vecino muy animado que me dice que está al corriente de mis dotes culinarias y que no se cree que haga la siesta del borrego. Que no me ve haciéndola. Le aseguro que es así, pero no le convenzo.

Leo en el periódico que el hospital de campaña del General, el que no ha llegado a tiempo y no ha servido de nada durante este mes y medio de pandemia, se va a utilizar para acelerar la remodelación de las urgencias del Hospital General. Bueno, bien está lo que bien acaba, aunque pienso que convertir una vieja mentira en una nueva noticia no es más que otra mentira.

La primera polémica del día estalla temprano. Varios internautas han comprobado, constatado y denunciado que las publicaciones del Ministerio de Sanidad en redes sociales son apoyadas por decenas de miles de bots. Es decir, que la inmensa mayoría de los likes que reciben esas cuentas son de usuarios falsos. Esto era un secreto a voces y ahora unos avispados internautas lo han sacado a la palestra.

El tema de calado reside en que el grupo socialista en el Congreso acusó hace unos días a la oposición de hacer precisamente eso. Los socialistas acusaron y criminalizaron a parte de la oposición por «supuestamente» hacer lo que ellos ya estaban haciendo. ¡Madre mía, madre mía! Esto ya no hay por dónde cogerlo. Me asquea ver la mentira instaurada en el partido del Gobierno como herramienta diaria de trabajo. Sin pudor. Sin vergüenza. Con descaro.

Al rato me siento en la terraza, al solecito, y hago la siesta del borrego. Tal vez a partir de hoy la llame la siesta del borrego descreído. Sueño con un país mejor. Uno en el que las empresas de verificación de internet son de verdad neutrales y pertenecen a grupos empresariales serios, sin relación con ningún partido político.

Cuando despierto veo que mis hijos y mi mujer están leyendo. El pequeño anda con un cómic de Bola de Dragón. Flipo con Son Goku.

Para comer preparo una rica ensalada de pasta. Con espirales de verdura, maíz, cebolla crujiente, arenque ahumado, carlota, mayonesa, pimiento, lechuga en juliana, endivia, huevo duro, palitos de cangrejo y cuatro chorraditas más. Me sale de rechupete. Nadie en casa esperaba menos.

Por la tarde jugamos al Inkógnito. Mis hijos ya tenían mono de Venecia y de sacudir al agitador enmascarado.

A las 20.00 salimos al balcón. Aplaudimos y saludamos al coche patrulla que circula con las sirenas a todo trapo.

Y así pasa un nuevo día sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela. ¡Maldito virus!

*Escritor