Uno de los más variados seres humanos que al citarlos, o simplemente recordarlos, me hacen estar ligado cariñosamente a la ciudad de Castellón y su entorno humano en un escenario urbano. Y si admitimos que todas las ciudades tienen un perfil que las caracteriza y donde se localiza lo más peculiar e intenso en su vida ciudadana, la Puerta del Sol es ese lugar emblemático de Castellón. Lo cierto es que durante un tiempo se llamó Plaza de Isaac Peral, luego De la Unión, más tarde Emilio Castelar, el que fue presidente de la República Española, después Plaza del Caudillo y ya bastantes años después Puerta del Sol, por su orientación.

Todas las ciudades tienen un centro urbano que las caracteriza y donde se localiza lo más peculiar e intenso de la vida de la ciudad. Generalmente, estos espacios reciben denominaciones que les ha dado el pueblo y que ignoran aquellas otras que se hacen figurar en las placas de la rotulación oficial, tan cambiante.

A la Puerta del Sol castellonense hoy, efectiva y acertadamente, Puerta o Porta del Sol en el nomenclátor municipal, le cuadran perfectamente todos los epítetos tópicos que hay acuñados, pulso, termómetro, centro vital…

Cualquiera que sea el Castellón que soñemos para el futuro, la Puerta del Sol seguirá desempeñando siempre el relevante papel que la historia le reservó de imagen viva de la ciudad.

En ese espacio, la familia Cebrián, después los Pascual, fueron propietarios de emblemáticos edificios en cuyo recuerdo se envuelven los nombres de Círculo Mercantil, Café Suizo y Cafetería Virginia, todos ellos son gran historia en sí mismos.

PEDRO. En la esquela del periódico estaba su nombre completo, Pedro Vicent Adsuara, el propietario y alma de la Cafetería Virginia.

Quiero recordar que había nacido en Castellón el 13 de mayo de 1930 y falleció la noche del martes, día 26 de abril de 1995 en el IVO de Valencia, cuando tenía por consiguiente 65 años de edad. Era hijo de Emilio Vicent y Virginia Adsuara. Tenía otros tres hermanos, Emilio, Mario y Alfredo, todos muy entroncados con la sociedad de Castellón, muy conocidos ya desde los tiempos de la carnicería que sus padres tenían en la calle Trinidad. Las generaciones anteriores recordaban muy a menudo a Virginia y ella conocía a todos.

Recuerdo muy bien aquellos años finales de los 50, tal vez los 60 ya. Donde había estado «toda la vida» el café Suizo, la familia Pascual Cebrián había creado tres locales comerciales en la Puerta del Sol y allí florecieron Galas, del señor De los Santos, Rango, de las guapísimas hermanas Caja, y la Cafetería Virginia, de Pedro Vicent. Y aquel entorno fue más centro de Castellón que nunca. Lo recuerdo porque al intervenir en tres programas de radio diarios, yo tenía que tomar el pulso de la ciudad cada momento. Después creamos aquel parador del Hostal de la Llum y Tombatossals y desde mi atalaya pude percibir los perfiles y movimientos ciudadanos. Las tertulias del bar Clavé, al transformarse el local, tuvieron que desparramarse por todos los distritos y Pedro supo captar a los noctámbulos, aquellos que necesitaban una copa o un bocadillo después de los espectáculos. El local se parecía a otros similares a los que encontramos en la tan popular Gran Vía en Madrid.

ESCENARIO. Pedro de pie al final del mostrador, observando y siendo observado; llegó a conocer a todos y se llevaba muchos secretos que serían leyenda. Las tertulias del Virginia tenían un aire muy dinámico, muy ligero cuando aparecían los y las artistas del teatro Principal al acabar la función, con mucha vida, con todos los guiños posibles para iluminar sueños y caricias.

Si la plaza Mayor es el centro histórico, lo que podríamos denominar cor de la ciutat, junto al Campanar que desgrana las horas en solemnes campanadas de tañido oficial, corresponde a la Puerta del sol el papel quizá más prosaico, pero no menos importante de centrar en gran parte la actividad comercial y financiera.

Encrucijada oficial del casco urbano donde estuvo antaño una de las puertas de la villa amurallada; seis calles confluyen en este lugar y las seis reúnen retratos notables de la más entrañable historia local. Cuatro entidades bancarias y una entidad tan relevante como el Casino Antiguo, son detalles con los también que hay que contar.

En los últimos tiempos volví a tener contacto con Pedro, cuando tomábamos café en el final de la calle Trinidad, tocando metafóricamente las tapias de lo que fue cuartel de San Francisco. Y como me decía que leía cada semana mi página, yo lo veía crecer y crecer y hacerse más humano y más valioso para mí.

En resumen, hemos hablado hoy de la Porta del Sol, postal entrañable de la ciudad, donde cientos de castellonenses celebran anualmente las doce campanadas de la Nochevieja, a los pies del reloj del banco que, desde lo alto de su palomar, le hace el eco a las horas, medias y cuartos del otro Campanar, más viejo y pairal. Dos dimensiones en el tiempo y un mismo destino.

Era la hora de Castellón.