El castellonense José Ribelles Comín, en su historia del periodismo provincial, enumera más de un centenar de publicaciones desde el año 1834, cuando el 1 de septiembre comenzó a editarse el llamado Boletín Oficial de la Provincia poco después de la actual división de España por provincias, pero los tres primeros periódicos que cita, aparte del boletín, son ‘El eco de Castellón’ (1856-57), el continuador de este con el nombre de ‘El eco del Mijares’ (1857) y ‘El Maestrazgo’ en 1858. Con anterioridad a estas publicaciones diarias habían circulado una serie de hojas sueltas simplemente, a modo de proclamas, con títulos diversos y hasta curiosos, que se vendían a dos cuartos --la moneda de entonces--, casi con el mismo estilo y periodicidad de los cupones pro-ciegos de ahora. También por aquellas fechas, en Segorbe se publicaba ‘El Celtíbero’, una revista. En realidad fue en Barcelona donde el castellonense Ribelles Comín se estableció de muy joven en busca de un campo apropiado para poder manifestar su interés por la literatura y el periodismo. Sus estudios y sus propias publicaciones son el germen del que se valen los actuales historiadores. Y todos aseguran que le movía el interés por dar a conocer toda la producción periodística y literaria de la región valenciana. En castellano y en valenciano.

DIARIO DE CASTELLÓN // Sabemos que, a partir de la restauración Alfonsina de 1874, es en el último cuarto de siglo cuando comienza una de las etapas más interesantes de la prensa castellonense. Así, fue en 1876 cuando apareció el periódico ‘Diario de Castellón’, ya con unos medios materiales avanzados para la época, incluido el servicio telegráfico, hablando hoy de ello como si nos refiriéramos a la prehistoria. Lo que sí es cierto es que la vida de los periódicos era entonces realmente azarosa, absolutamente incierta y fueron muy pocos los que lograron sobrevivir a lo largo de tan solo un año, aún a costa de cambiar el título o su tendencia política. Mi amigo, el periodista Paco Pascual, me hablaba aquí en esta casa muy a menudo de todo esto, contándome las peripecias que hubo de salvar la gente de un periódico llamado ‘El Clamor’, fundado y dirigido por el que fuera personaje notable de Castellón, Francisco González Chermá y que se publicó por primera vez el 2 de mayo de 1880 y, un año después, la mayor parte de sus redactores jóvenes, abandonaron el barco y fundaron por su cuenta ‘El Clamor de la Democracia’, que desapareció en mayo de 1885, cuando volvieron a participar de la aventura de González Chermá para crear otro periódico titulado ‘El Clamor de Castellón’, un semanario que, con el tiempo, pasó a ser diario, permaneciendo así desde 1896 hasta 1922.

LA VIDA // Hijo de familia labradora del barrio de Tosquella, nació en Castellón José Ribelles Comín el 7 de julio de 1872. Muy estudioso y vocacionalmente escritor, marchó en 1889 a Barcelona, donde al parecer encontró muchas facilidades para satisfacer sus ilusiones bibliográficas. Después de colaborar en ‘La Verdad’, fundó un semanario literario titulado ‘El Ruiseñor’ y creó también la llamada ‘Revista Industrial y Mercantil’ y otra con el título de ‘Barcelona urbana’, altavoz ya de una ciudad tan avanzada económica y culturalmente. Pero con su ilusión por difundir las virtudes de los literatos e intelectuales valencianos --Castellón y Valencia-- participó también en Lo Rat Penat, donde fue premiado en sus Juegos Florales de 1902.

Mientras tanto, contrajo matrimonio en Barcelona con su colega Josefina y tuvieron cuatro hijos, Francisco, que fue Magistrado en Valencia; Pepe, que se convirtió en requeté en Barcelona, con las chicas María y Carmen, que fueron profesoras de instituto en Castellón y en Valencia. Toda la familia venía muy a menudo por nuestra ciudad. Ya en nuestra época, el 24 de mayo de 1965, se rotuló a su nombre una calle paralela a la de Juan Ramón Jiménez, cuando era alcalde el erudito Eduardo Codina Armengot.

LA MASONERÍA // Observará el lector que, de vez en cuando, aparece en esta página referencia a recuerdos personales, circunstancias que provocan el retroceso de su atención en mucho tiempo remoto. Pero hoy que hablo de Pacopas, como suelo hacerlo de vez en cuando del singular director de Mediterráneo don Jaime Nos, que para mí son dos seres humanos a través de quienes tantas cosas pude saber de esta ciudad y sus vecinos. Por ejemplo, de Ribelles Comín, un intelectual con muchas facetas en su quehacer y que fue quien dejó constancia de un pleito sonado que hubo en Castellón entre la revista católica ‘La Verdad’ (1888-1904), que dirigía el periodista historiador Alejandro Milián y otra publicación, ‘La razón’ (1889-1891), dirigida por Martínez Barrajón, con querella promovida por Miguel Morayta, que era nada menos que el presidente del Gran Oriente Español, contra el sacerdote Wenceslao Balaguer. El juicio tuvo lugar el 14 de noviembre de 1890 y los redactores de ‘La Verdad’ resultaron absueltos. Pero Ribelles Comín aseguró en todos sus foros que aquello fue un intento de institucionalizar la masonería, convertida en un hecho real y especialmente positivo.

EL ESPASA // La mítica Enciclopedia Espasa tuvo en Ribelles Comín como a uno de sus colaboradores, avalado por el prestigioso don Marcelino Menéndez y Pelayo con el que tuvo cordiales relaciones de amistad. Pero una de sus grandes obras publicadas fue la titulada Bibliografía Valenciana Popular, que le valió un premio nacional como personaje de la cultura en 1905. En su publicación se habla de autores, libros, folletos, obras dramáticas, periódicos, coloquios, copias, alusiones, discursos, romances, locuciones, cantares, gozos… escritos en valenciano. Se citó como “monumento grandioso de la lengua valenciana”. Y en su currículum está la fundación de otras publicaciones como ‘El Ruiseñor’ y su esfuerzo para rendir homenaje a el ilustre hijo de nuestra provincia En Pere Labernia y Esteller, nacido en Traiguera, así como de Arnaldo de Vilanova, gran hombre de Vilanova de Alcolea, el alquimista que falleció el 19 de septiembre de 1951.

En otro orden, Ribelles Comín lució también en aspectos administrativos como funcionario de la Diputación de Barcelona, cuando en 1905 el insigne Prat de la Riba le encargó el inventario de la futura Biblioteca de Catalunya de la que tanto partido le sacó el Institut d’Estudis Catalans. H