Blancas mantillas de encaje y arabescos de las reinas, Estefanía y Berta, damas de la ciudad y madrinas y un sofocante calor aliviado por barrocos abanicos de fantasía. Imagen castiza en clave de Castellón de la festa de Sant Cristòfol, patrón de la ciudad desde el año 1652.

Fue ayer en la neogótica concatedral de Santa María y en la plaza Mayor, marcos incomparables donde las máximas representaciones femeninas de la fiesta magdalenera evocaron tradiciones cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.

Y es que la devoción al santo cristífero, que arranca tras salvar a la antigua vila de una lacerante peste, se mantiene a lo largo de los siglos. Santo milagroso y que también es patrón de importantes ciudades del mundo como La Habana, en Cuba; La Laguna, en Tenerife, o Baden-baden, en Alemania.

Tras la misa oficiada por el obispo, Casimiro López, y que habló del santo de Licea como «portador de Cristo, en la entrega sin fisuras al mensaje evangélico», se procedió a la bendición de los vehículos y reparto de la cinta conmemorativa de la festividad en la calle Mayor con la asistencia de la alcaldesa, Amparo Marco, cuya presencia oficializó una fiesta que ha atravesado muchos avatares en el devenir ciudadano, y que cuenta con el respaldo municipal en todos los sentidos.

En el Palau de la Festa

Por la noche, para consagrar el aspecto lúdico de la fiesta, tuvo lugar en el Palau de la Festa el sopar de pa i porta, un espectáculo protagonizado por el mon de la festa, y que versó sobre un viaje alrededor del mundo y la tradicional verbena, recordando aquellos bailes estivales en las largas noches del verano. Visca Sant Cristòfol!.