Natalia ha sido una de las más de 400 voluntarios que han respondido a la llamada de Cruz Roja durante la crisis del coronavirus. Su caso es especial, porque ha pasado de ser una de las usuarias de esta oenegé, a prestar su ayuda a otros. «No somos conscientes de la cantidad de gente que la necesita».

Empezó en Cruz Roja y ahora está en Protección Civil, donde ha llevado alimentos a quienes los necesitaban, medicación a pacientes crónicos, la compra para personas mayores o de grupos de riesgo. Y de todo, lo que más recuerda «es la emoción al ver a la gente en las primeras caravanas de ánimo».

Sus riesgos personales no han persuadido a Ángel de seguir prestando su servicio voluntario en la zona de Sant Mateu. A la pregunta de por qué responde que «por la satisfacción de poder ayudar. Solo es tiempo y sabes que si no fuera por ti, esas personas no estarían atendidas por nadie».

Desde el programa Juntes, de Cruz Roja, Mayra y otras compañeras han estado al otro lado del teléfono para las mujeres que han iniciado una nueva vida solas alejándose de sus maltratadores. Dice que en esta crisis, los servicios de acogida de violencia de género en Castellón han tenido un repunte.

Amparo ha perdido la cuenta de los años que lleva como voluntaria en Cáritas de la Vall d’Uixó. Lo que recordará de este tiempo es «la solidaridad de tanta gente, que se ha volcado haciendo donaciones, colaborando». «En estas circunstancias no puede decirse que sea bonito, pero es gratificante».

Brenda ha estado al otro lado de una línea telefónica --entre sus funciones principales-- durante toda la pandemia, atendiendo las inquietudes de sanitarios y voluntarios. Asegura que «una cosa es nuestra realidad personal y otra cuando te expones. Menos mal que existen estos proyectos».