Una de las alegrías que me produce el recuerdo del tiempo pasado, es el hecho de situarse ante los muchos seres humanos que me ofrecieron la compañía, la amistad, sus esfuerzos y sus sueños. Todo hace que vuelva a situarme hoy en aquel tiempo de primeros del año 1962 cuando el alcalde don Eduardo Codina Armengot me nombró miembro de la Junta Central de Festejos, como vocal. En cierto modo aquella junta estaba dirigida y alentada por quien ejercía como presidente, el concejal Álvaro Nebot Capdevila, con Carlos Murria y el médico Víctor Beltrán. Y cualquier actividad que tenía lugar en la calle, estaba con su infraestructura preparada, a veces diseñada también, por las Brigadas Municipales. Funcionario de alto nivel, Juan Alonso, siempre dirigía las operaciones con buena cara, con naturalidad y especial eficacia. Entre sus varios colaboradores, igualmente funcionarios municipales, estaba Ignacio Monferrer, es decir, ‘Nassiet’, artista carpintero y ‘manitas’ para cualquier actividad manual. Ya tenía cincuenta años cuando tuve con él los primeros contactos, pero era un hombre tan servicial y eficaz para cualquier montaje, que yo me encontraba muy seguro cuando lo tenía cerca. Más tarde, fueron llegando otros magníficos funcionarios a las brigadas.

LA CASA TALLER // El complejo de vivienda, taller y almacén donde ‘Nassiet’ tenía su coraza estaba situado en el número 98 de la calle Gobernador, ya en el límite con la mágica plaza de María Agustina, ese espacio que se definía como “más allá del Portal del Hospital de Trullols”, donde cuentan que estuvo El Toll. Es donde la ciudad cambiaba de nombre y se convertía en raval, abierto a una nueva dimensión de futuro, eso sí, pero con fuertes raíces en la tradición de su pasado de labradores. Hoy, lo que fue una charca entrañable convertida en centro neurálgico de la provincia, tanto en el aspecto oficial como en el popular, lo simboliza un monumental ficus, árbol que alguien identificó como sagrado, que es en cierto modo testimonio de capitalidad. Y por el subsuelo, el agua de las acequias mayores que fecundan la huerta de Coscollosa y también el camí dels Molins.

Desde allí, la avenida que nos lleva a Lledó y, por les Palmeretes, a la Magdalena. El lugar era la vivienda particular de ‘Nassiet’ y su familia, pero pertenecía al Ayuntamiento desde que allí estuvo el viejo matadero. Con ‘Nassiet’ era el almacén donde se guardaban desde carrozas a carros triunfantes, enseres y complementos de gaiatas y de gigantes y cabezudos. El edificio, arriba, solamente tenía una planta, donde en verdad estaba la vivienda familiar.

LA VIDA // En Atzeneta del Maestrat, hijo de Ignacio Monferrer Roig y Josefa Barberá Bellés, que allí vivían, nació Ignacio Monferrer el día 23 de agosto de 1913. La suya era una casa en la que se exhibían varios oficios, todos con tendencia a ayudar a los demás a resolver los habituales problemas caseros de los vecinos de la villa, herrería y carpintería, cristalería y fontanería. De todo fue aprendiendo el pequeño Ignacio, que pronto fue ‘Nassiet’ porque se mantenía siempre de cuerpo pequeño, aunque sano. Paco y Juan eran sus hermanos y también había dos chicas, una es la que fue monjita de la Consolación, que estuvo un tiempo en Brasil como misionera y fue una temporadita, al volver a Castellón, profesora de Ciencias Naturales, al tiempo que daba clases de piano, en el propio colegio de las monjas.

Un día, los padres tomaron la decisión de venirse a Castellón, con casa en la calle Tosquella, donde también empezó a funcionar la nueva carpintería. La calle en realidad fue elegida por la señora Josefa, muy religiosa en sus prácticas y sentimientos, que quiso tener cerca una iglesia y esa casa estaba cerca de la Sagrada Familia, els frares. Paco y Juan no tardaron en hacerse muy populares desempeñando su labor por sus empleos en la Droguería Catalana y en Casa Dols, grandes establecimientos.

LA FAMILIA // ‘Nassiet’ vino a Castellón sin dejar de pensar en aquella chica de la que se había enamorado en una fiesta donde asistió en Benafigos, pero como la vida es mágica, un día se la volvió a encontrar en la plaza de María Agustina, a la sombra de aquel majestuoso ficus monumental. Y resulta que a ella también le gustaba él. Así que formalizaron su noviazgo, él de Atzeneta y ella de Benafigos y tomaron la decisión de casarse. ‘Nassiet’ ya no estaba en la carpintería de su padre, había tenido ocasión de ingresar en las brigadas municipales como funcionario del Ayuntamiento. Así que el día 2 de octubre de 1946, contrajeron matrimonio. ‘Nassiet’ tenía 33 años. La chica, que se llama Humildad Villalonga Montserrat, 23. En la singular vivienda municipal, nacieron sus cuatro hijos, Ignacio también, se llama el primero, profesor hasta su reciente jubilación en Castellón. El segundo es José Manuel. Las chicas, María Teresa y Humildad, son en realidad las que sostienen los pilares de la familia. Ignacio, el mayor, nació en 1947 y la pequeña de las chicas; en 1954. Todos se han ido adaptando a la evolución de aquella singular primera vivienda.

LA SCHOLA CANTORUM // ‘Nassiet’ se convirtió en protagonista para algunos comentaristas en su época. En algún caso se hablaba de su ‘destreza manual’, en otros se destacaba su ‘solidaridad humana’. También se hicieron reportajes de su singular labor de ir poniendo columnas de madera por las calles por donde iba a pasar el Pregó, con los nombres y escudos de los pueblos de la provincia. Aquello gustó mucho a los castellonenses. También encuentro referencias a su pertenencia a la Cofradía de Paz y Caridad y las prácticas piadosas de ‘Nassiet’, desde que llegó a Castellón, pero a mí me gustaría destacar su pertenencia a la singular agrupación de la Schola Cantorum, que fundó y dirigía mosén Ramón Royo y que después acabó dirigiendo Rafael Roca, el maestro pianista. En esa formación musical, plagada de voces de gran nivel, nuestro ‘Nassiet’ destacaba como tenor, con su voz limpia y muy bien modulada, que a mí me llamaba la atención cuando interpretaban al O vere Deus y que especialmente todo resultaba mágico cuando aparecían aquellos Goigs a la Mare de Déu del Lledó, con letra pulcra de ese gran historiador y bibliotecario Luis Revest, insigne sabut, con sus versos “Del poble de Castelló, sigau llum i auxiliadora…”. ‘Nassiet’ fue partícipe de todo ello. H