Corría el año 1982 cuando mi amigo Paco Pascual, que había sido redactor jefe de Mediterráneo, ejercía como director del recién creado periódico Castellón Diario. Y me pidió mi colaboración para que insertara en sus páginas alguna que otra entrevista de las que yo hacía para la radio a mis amigos y otros seres humanos de Castellón, como ahora.

Una de esas entrevistas, sus notas y sus textos, ha sobrevivido entre el baúl de mis recuerdos, revolviéndose entre otros apuntes y notas ‘para no olvidar’. El personaje protagonista fue Juan José Rovira Climent, que acababa entonces de publicar un libro titulado Ventures y desventures als pobles de Castelló. Ese hecho nos aproximó notablemente, ya que eran mis tiempos de librero y ambos teníamos intereses parecidos.

Ahora puede que el personaje se trata de ‘otro’ Rovira, que viaja como protagonista en mis páginas actuales. A una de mis preguntas, me contestó algo así:

--Algunas notas de mi interioridad indican que soy sacerdote. Eso ya es sabido. Y también poeta. Y filósofo, es decir uno que ama la sabiduría. Actualmente estoy desarrollando mis estudios filosóficos en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Pero me gustaría añadir que también soy amante de todo lo que tiene especialmente sabor a pueblo.

DE CINCTORRES // Con lo dicho anteriormente, podría elaborarse una biografía de modo cumplido. Pero la película de su vida se merece mucho más. Y si la cita se produjo estando él en Cinctorres, su pueblo, la entrevista para confeccionar una página del periódico tuvo lugar en la terraza de mi apartamento en el cosmopolita mundo de la Almadraba en Benicàssim, hasta donde llegó en aquel tiempo mi amigo saltándose casi tantos semáforos como en Roma se los saltaba y bien merece por tanto el refresco de naranja que le ofrecí y el interés que puse en escuchar lo que me decía.

--Mira --me dijo--, lo que más estimo es mi sacerdocio. Pueden quemarse todos mis papeles, perderse todos mis libros de filosofía, puedo incluso quedar inútil para el trabajo… pero yo juzgo suficiente una cosa para vivir: ser cura. Ser cura es un verdadero privilegio interior, porque por la misericordia de Dios, uno conserva el gran tesoro del hombre sobre la tierra. Me refiero a la fe. Y la puedo vivir y predicar a los demás seres humanos, arropado en el seno de la iglesia. Frente a eso, todo lo que ofrece nuestra sociedad consumista es paja y vanidad para mí. Con ese núcleo vital en la persona, pierde interés lo que dictan los patrones.

LA VIDA // El ser humano que sorbía con naturalidad la naranjada que le ofrecí, me dijo que había nacido el 7 de junio de 1947 en Cinctorres y a mí me dio la impresión de que estaba hablando con alguien que tenía mil años de experiencia. Son sus padres, Antonio Rovira, que ha sido tratante de caballerías y su esposa, la madre, que se llamaba Natividad Climent. Este matrimonio tuvo cuatro hijos, Antonio, Santiago, el propio Juan José y María Gracia. Su hermana tomó la decisión un día de estudiar la carrera de Magisterio en Castellón y la familia ‘bajó’ a la capital, compraron un piso en la calle San Blas y se instalaron definitivamente aquí.

El niño Juan José ingresó en el Seminario de Tortosa con el deseo de convertirse en sacerdote. Pero es gracioso que cuando estuvimos hablando, no solamente me estuvo describiendo a Cinctorres, sino que, además, mezclando unas cosas con otras, me insistía en que sus mejores recuerdos del Seminario fueron los que le iban dotando de una gran pasión por escribir. Poemas, novelas, libros de viajes… Hoy ha publicado más de veinte desde su propia Editorial Cinctorres Club, que he visto en la librería Argot de Castellón. No dejó de hablarme del monte Bovalar y del valle del río Caldes, de la Torre de los Moros (hoy Bien de Interés Cultural).

DEFINICIONES // El señor Rovira tenía fijación sobre algunos temas, poesía, filosofía, principalmente el ser viajero por el mundo. Aquel día no paró de darme cumplidamente su información.

--Ser poeta es diferente a ser escritor. Hay poetas que jamás escribieron una línea y hay escritores que colocan palabras a toneladas una junto a otra, como un paleta coloca ladrillos…

--Profundicemos Juan José. ¿Y quién es un filósofo?

--Bien. Un filósofo es un hombre que cada día se admira de todo y se pregunta incesantemente por todo y busca un ‘ser’ de lo que es, un ‘porqué’ de ese ser, un ‘sentido’ total de lo que le rodea.

Ante mi sonrisa ingenua, cambió de tema para hablarme de ‘quién’ conocemos como viajero.

--Viajero significa algo contrario a viajante y también a viajador, si me permites el término. El viajante es un profesional al que le interesa la rentabilidad de cada kilómetro que recorre. Puede pasar cien veces por un sitio y no enterarse del color de las piedras a la hora del sol poniente. Por su parte, el viajador está casi traumatizado por la prisa y piensa en recorrer la mayor cantidad de lugares en el menor tiempo posible, para poder atestiguar, después de las vacaciones, que él “ya había estado” en cualquier sitio o lugar que le nombren.

VIAJERO EN ROMA // Ha pasado mucho tiempo desde aquella tarde. He tenido noticias ahora de que ya no ejerce como sacerdote. Y es cuando he recordado lo de la palabra ‘viajero’. Y tengo anotado que me dijo esto:

--Viajero es alguien que percibe y siente los lugares y la gente por donde pasa. Se para, de pronto, para contemplar el vuelo de un águila. Se entretiene en cualquier pueblo preguntando el significado de las palabras y las costumbres locales. Yo, por mi talante, soy un viajero empedernido.

En esa parte de nuestro tiempo, después de recordarme que había sido profesor de Filosofía en el Seminario de Tortosa y estudiante en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana, me pareció justo que yo pronunciara con un suspiro la palabra Roma. Y se soltó otra vez:

--Roma es una ciudad inaprehensible. Cuando llego a un lugar así, por mi espíritu esponjoso, rápidamente siento su alma, su misterio y muy pronto tomo muchos apuntes de las vivencias que se interiorizan en mí.

--En definitiva.

--En definitiva es que Roma te sobrecoge en el sentido auténtico del término. Te atrapa. El mismo Alberti, tras un largo exilio romano, apenas escribió dos obritas de poemas. Se apodera de ti. H