Un año más --y ya van 41 ediciones-- Nueva Jerusalén conmovió a los más de 20.000 visitantes que acudieron el Jueves Santo a Borriol. Con un clima benigno, ya la tarde acogió a un sinfín de espectadores que recorrieron la población.

A las 22.00 horas, comenzó la obra, concentrada especialmente, en primer lugar, en la plaza de la Font, cuyo recinto resultaba insuficiente para el gentío presente. Previamente, se guardó silencio en recuerdo de los socios fallecidos en este año, Benjamín Pitarch y Rosita Rubio Sos; así como por las víctimas del accidente de autobús de Freginals y los atentados en Bruselas.

En la plaza de la Font pudieron contemplarse las escenas del Sanedrín y Pilato; en la Torre, se desarrolló el acto de Herodes. Algunas escenas -como históricamente sucedió- eran simultáneas. Es la filosofía de la Pasión: “Ver ahora lo que se vio entonces”.

En primer lugar, habría que hacer una valoración global del desarrollo del drama sacro borriolense destacando el conjunto general de todos cuantos colaboraron en la obra, tanto la labor de los personajes visibles como la de quienes trabajaron en la sombra. Por otra lado, quienes encarnaron a los personajes históricos lo hicieron con un realismo fuera de lo común. Siendo todos los momentos destacables, sobrecogía el desfile del escenario de Pilato, tras la condena, al Calvario.

Allí arriba tuvieron lugar la Crucifixión, con los gritos de Jesús -“¡¡Elí, Elí!! ¿lamma sabachthani?”- que repetía el eco de las montañas, la presencia de los soldados romanos con el centurión al frente, el Descendimiento y la Piedad, con Jesús en brazos de María, los dos Ladrones, todo lo cual creó un ambiente único. H