Hermanos: en estos momentos de la historia en que apenas 10 minutos sin wifi empiezan a ponernos nerviosos y nos empieza a faltar el aire, existe un mundo en el que esa sensación es continuada: se llama el interior de la provincia.

Son esos pueblos de montaña que triplican su población y que, tras dejar la piscina en condiciones para que los veraneantes puedan tomar el baño, se consigue esa paz interior (nunca mejor dicho) que provoca la incomunicación obligada.

Eso puede estar muy bien en el mes de agosto (durante 15 días), incluso en julio. Pero en cuanto se va el socorrista de la piscina y las cosas vuelven a su anormal normalidad, el problema se convierte en aislacionismo absoluto con la huida de los tecnificados veraneantes a sus casas con wifi y banda ancha.

La falta de estos servicios en el interior de nuestra provincia, que únicamente son innecesarios para los mayores de 65 años, supone el envejecimiento de estos pueblos, la resistencia de los niños a subir en fin de semana con sus padres, la imposibilidad de que un empresario viva en una población de interior. Incluso la dificultad para presentar por vía telemática un escrito ante la administración o hacer la declaración de la renta on line (digo esto para ver si los motiva más a poner banda ancha en todos los municipios que no están en la franja costera).

Si antes era necesaria al menos una cabina de teléfonos en cada municipio porque era un servicio de primera necesidad, ahora la necesidad ha cambiado mucho y la Generalitat y la Diputación deberán ponerse las pilas o el desierto está ahí.

*Abogado. Urbanista