En estos tiempos de pérdida de los hábitos de la tradición litúrgica, llama la atención de los castellonenses cómo en un cortejo eminentemente festivo, tal cual es el vespertino de retorno de la romería de la Magdalena, aparecen penitentes y vestas parejos a los de Semana Santa. En efecto, siempre se ha dicho que la Romería de la Magdalena conmemoraba el tránsito de la población de Castellón, sita en el cerro del Castell Vell, al llano del Palmeral de Borriana por mandato de Jaime I. Luis Revest, en un artículo publicado en el benemérito Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, sobre la Ermita de la Magdalena, dice textualmente: “El 10 de abril de 1375, el Consejo de Castellón abonaba en cuenta al síndico lo gastado para limosnas en la procesión del Castell Vell”. Afirmación de este acuerdo pueden ser otros dos tomados el mismo día: el primero habla de la asistencia prestada por el vicario Canit al pueblo, en la mortandad que le afligía entonces; el segundo de los grandes quebrantos, consecuencia natural de la merma de recibos, que por la misma mortandad sufrían en sus intereses los arrendatarios de la pecha.

Al terrible azote, que los historiadores denominan “peste negra”, se debe la primera mención, borrosa y única, de la romería al cerro de la Magdalena desde la fundación del municipio.

El notario y cronista Llorens de Clavell reproduce en diversos lugares el texto del privilegio de traslado de 1251 y en consecuencia pensó que la romería era una acción de gracias de los castellonenses conmemorando la bajada del Castell Vell. Es opinión del Dr. Sánchez Adell, que a partir de Llorens toma cuerpo la versión tradicional del traslado con que ha llegado hasta nuestros días. H