Hermanos: Como dice Marcos Mundstock de les Luthiers, hay que aclarar que si bien un «homicida» es quien mata a un hombre y un «regicida» el que mata a un rey, la palabra «suicida» no es, como muchos creen, el que mata a un suizo. Un suicida es aquel que se quita la vida a «sui» mismo.

No es que el Partido Popular le haya dado por «pepeicidarse», pero lo parece. Esta semana pasada de resaca electoral y preelectoral ha sido para el Partido Popular una auténtica semana negra. Y dependiendo del color de las próximas elecciones municipales y europeas este color puede pasar a gris marengo o quedarse en el negro zaino.

Isabel Bonig, la líder del PP en la Comunitat Valenciana, tras las elecciones autonómicas del 2015, ofreció al PSPV-PSOE un pacto de estabilidad para que no le fueran necesarios otros partidos para gobernar. Algo así como la Grosse Koalition alemana pero sin uno de los partidos. Y dando al partido beneficiado una estabilidad asegurada para gobernar. Está claro que el PP nunca hará esto y dudo mucho que el PSOE lo aceptara. Pero eso sí que sería un verdadero viaje al centro que, por lo visto, es donde está la virtud.

Puede que no se entendiera por parte de los afiliados y votantes. Incluso puede que ya no se pueda impedir el suicidio. Pero desde el punto de vista patriótico que nos han contado a lo largo de la campaña electoral, tal vez fuera lo más conveniente para sus intereses: apartaría al PSOE de los extremos y de los indepes y el PP se apartaría de los extremos y dejaría a Cs en una posición realmente incomoda. Un golpe de efecto digno de la historia con mayúsculas.

*Abogado. Urbanista