La sociedad los llama héroes, aunque ellos no se reconocen como tales. Se han convertido en el mejor baluarte en la lucha contra el coronavirus y reciben aplausos diarios, dibujos y mensajes de ánimo. Pese a la gran presión que tienen y el desgaste --físico y emocional—impresiona comprobar la humildad y la vocación de servicio público de los sanitarios de la provincia. «No somos superhéroes, somos personas normales que hacemos lo que nos toca». Son las palabras de Xavier Guasch, jefe clínico de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General de Castellón. De su mano, Mediterráneo se adentra en la zona cero de la pandemia, el área más sensible del centro, donde se encuentran aquellos que batallan por seguir viviendo.

La UCI del General, dividida en una zona llamada verde y otra roja, contaba ayer cuando se realizó este reportaje con siete pacientes ingresados por coronavirus -más otros diez por patologías diversas--. Sin embargo, sus camas han llegado a albergar a 24 enfermos de la covid-19, sin alcanzar la ocupación de las 28 que se predispusieron ante la escalada.

Una reconversión absoluta

El hospital tuvo que reorganizarse por completo, casi reinventarse, para hacer frente a las nuevas necesidades. «Normalmente, en la UCI somos 14 médicos y ocho residentes. Ahora hay 18 facultativos, ocho MIR y tenemos ayuda de personal de la UCI pediátrica, del Samu y del área de anestesia», cuenta Guasch.

En estos momentos, viven una situación de calma relativa, tras unas primeras semanas en las que la curva parecía no tocar techo. La tendencia, sin embargo, puede cambiar en «solo una hora». Sus profesionales son conscientes de ello y, pese a la alegría de ver la unidad cada vez más aliviada, no bajan la guardia.

Aunque el coronavirus se ha cebado con las personas de avanzada edad (con las residencias de ancianos como los espacios más vulnerables), en la UCI advierten que han tenido y tienen pacientes de todas las edades. «La mayoría son de más de 60 años, pero hemos tenido gente muy joven, con apenas 30», incide el jefe clínico, intensivista de origen catalán, aunque afincado en la provincia desde los años 90.

«Hemos tenido la suerte, si se puede llamar así, de ver lo que la enfermedad había hecho en Madrid y prepararnos. Se contrató a muchas enfermeras y se recuperó a gente de otras áreas. Toda la cirugía programada que requería curas intensivas tuvo que pararse y los turnos pasaron a ser de ocho personas, cuando habitualmente éramos tres. El equipo humano se multiplicó», explica Guasch, con más de 40 años de experiencia.

La experiencia más dura

Para el jefe clínico de la UCI, con una dilatada carrera, esta es la experiencia más dura que ha vivido. La compara con el accidente del cámping de Los Alfaques que tuvo lugar en el Alcanar en 1978 y que también le tocó vivir. «En la explosión hubo cientos de quemados y fue durísimo, pero hicimos frente a algo puntual. Ahora será muy largo, el desgaste tremendo y habrá que guardar camas para covid durante meses», relata el también coordinador provincial de trasplantes.

Los miembros de la UCI destacan la complejidad de enfrentarse a una enfermedad desconocida, sin guías, que representa un reto a cada minuto y no tiene, por ahora, vacuna. Aseguran haberlo hecho lo mejor que saben, favoreciendo las videoconferencias entre pacientes y sus allegados en momentos de extrema dureza. Cuando la ocasión lo ha permitido han dejado entrar a un familiar para despedirse en el último aliento. Desde que comenzara la crisis sanitaria, once personas han perdido la vida en cuidados intensivos del General.

Sobrecarga sin precedentes

Médicos, enfermeros y auxiliares coinciden en que lo que más les afecta es la sobrecarga de trabajo. Están exhaustos tras casi dos meses de jornadas maratonianas, pero encuentran la forma de sacar fuerzas de flaqueza. El mejor momento para ellos es cuando se produce un alta. «Eso es un chute de energía inexplicable. Nunca olvidaré la primera que dimos y ese instante te hace ver que del coronavirus también se sale», explica Jorge Ahicart, enfermero.

Agradecen los aplausos que cada día les brinda la provincia desde sus balcones y ventanas. «Nunca nos habíamos sentido tan reconocidos», apuntan los integrantes de la UCI, quienes destacan también el agradecimiento de las familias de los enfermos: «una simple sonrisa dice mucho».

Desconectar es imposible

Fernando Sánchez, médico, asegura que abstraerse es imposible. «Después de un turno interminable, al poner la tele en casa, solo se habla del virus. Además, no estás con los tuyos porque muchos nos hemos aislado por miedo a contagiarlos. Ese temor pesa como una losa», asevera.

La primera paciente que estuvo en la UCI con covid-19 pasó allí la friolera de 40 días. Hace muy poco que recibió el alta del hospital, un halo de esperanza para el resto de pacientes y para unos héroes, sin capa y con mascarilla, que lo son sin pretenderlo. Ellos, hoy, Día Internacional del Trabajo, lo celebran salvando vidas.