La etapa de Marcelino García Toral en el Villarreal se caracterizó por las profundas remodelaciones de plantilla que el club afrontaba al final de cada temporada. El técnico asturiano no tenía problema en reconocer que el cambio masivo de cromos era la mejor fórmula para, primero, aumentar la competitividad y evitar la relajación en el grupo, y, segundo, minimizar las tensiones propias que provocaba el sistema de trabajo de un entrenador de máxima exigencia como es el asturiano, ahora al mando del Valencia.

Así, Fran Escribá, en su primer experiencia al frente del banquillo del Villarreal, se encontró el pasado verano con un Submarino que había introducido hasta nueve caras nuevas. La campaña anterior, la 2015/16, fueron hasta diez los cambios en el equipo, sin contar la compra definitiva del central Víctor Ruiz, que aterrizó una temporada antes en Vila-real a préstamo por parte del Valencia.

Pero la historia ha cambiado de forma radical. O, por lo menos, esa es la intención de la entidad amarilla. Si el mercado no obliga a lo contrario con la llegada de ofertas por jugadores con contrato en vigor, el Villarreal solo tiene la intención de incorporar dos nuevos futbolistas a su próximo proyecto deportivo: el turco Enes Ünal (Manchester City) y el portugués Rúben Semedo (Sporting de Lisboa). El resto de operaciones de entrada previstas por el club se limitan a la continuidad del portero Andrés —ya en propiedad tras pagar la cláusula de compra al Oporto— y el regreso de canteranos cedidos a otros equipos la pasada campaña, como Adrián Marín o Alfonso Pedraza, ambos ya con experiencia en el primer equipo.

Apuesta por la continuidad

De no producirse salidas inesperadas, este sería el mercado más corto del Villarreal en la máxima categoría, aunque también el más caro, ya que cada una de las dos caras nuevas en el grupo de Escribá saldría a 14 millones de euros, una cifra récord.

En la historia del club en Primera División solo hay una campaña que iguale la austeridad de la presente en cuanto a jugadores que llegan como refuerzos en el plazo de fichajes de verano. En la temporada 2010/2011, el Villarreal se basó en su filial, entonces en Segunda División A, y en el regreso de Jozy Altidore —cedido en el anterior ejercicio al Hull City— para recomponer la plantilla. De fuera de la entidad grogueta solo llegaron Borja Valero (Mallorca) y Carlos Marchena (Valencia).

En el resto de temporadas del Villarreal en la élite del fútbol, español, las caras nuevas para el siguiente ejercicio siempre superaron un mínimo de cuatro futbolistas, ya fuera pagando traspaso o negociando cesiones con los clubs de origen.