El Real Madrid estrenará su renovado título de campeón del mundo en el Estadio de la Cerámica, pero lo hará bajo una enorme presión, debido a los ocho puntos de desventaja respecto al líder (recortaría los que pudiera conseguir mañana en Vila-real) y la necesidad de avanzar lejos en la Copa del Rey, después de los fracasos encadenados de los últimos años (de hecho, se las verá con su verdugo del 2018, el Leganés).

El Mundial de Clubs no ha calmado la saciedad del madridismo, a raíz del pobre papel liguero (lo que le costó el puesto a Julen Lopetegui, tras el hiriente 5-1 en el Camp Nou) y los vaivenes en la Champions (doble derrota frente al Spartak de Moscú, con un 0-3 en Chamartín) que, sin embargo, no le impidieron superar la liguilla como campeón de su grupo. Un equipo siempre en tensión, no solamente por la situación en el banquillo (Solari no acaba de desprenderse de la etiqueta de interino), sino porque la sombra de Cristiano Ronaldo continúa siendo muy alargada en el Bernabéu, la polémica en torno a la figura de Isco, los altibajos de Bale con su historial de lesiones...