Los nervios. Malos consejeros. A veces hay que contar hasta tres. O morderse la lengua. O calcular las pedaladas. Nairo Quintana -siempre con permiso de Simon Yates, el nuevo líder- avanza en la Vuelta con el genio de hace dos años, cuando se impuso en la carrera. Es un Quintana que corre siempre, incluso muchas veces estando mejor el compañero, con Alejandro Valverde a su lado. Es un Valverde que ya ha dejado claro que no piensa en el Mundial. Solo en Madrid. Y que, tras el paso por Les Praeres, territorio asturiano, meta de la 14ª etapa, sigue estando en los puestos de honor; nada menos que segundo. Y muy, posiblemente, sin la precipitación citada del colombiano, podía haber logrado el triunfo.

LOS ATAQUES / La subida parecía controlada por un Valverde que, sorprendentemente, no la conocía. Y fue entonces cuando se movió Quintana; cuando Superman López salió a su marcaje; cuando Yates se quedó quieto -quedaba mucho-, y cuando un joven mallorquín de 23 años, un diamante, Enric Mas, subía con los mejores, sin arrugarse, y como él mismo comentó, disfrutando. Nairo pagó el esfuerzo. Fueron unos pocos segundos. Pero llegó a la meta por detrás de Yates, López, Valverde e incluso Pinot. Y cruzó la línea de llegada con la duda de saber si sus movimientos no privaron a Valverde de un tercer triunfo en la Vuelta.