La cebolla es un alimento ideal para el organismo después de los banquetes navideños. Ayuda a depurar y estimular el apetito, regula las funciones estomacales y posee propiedades diuréticas. Además, también ayuda a curar los catarros. Colocar una cebolla abierta en la mesita de noche ayuda a calmar la tos nocturna.

Se trata de un producto fundamental en la cocina mediterránea. Está presente en infinidad de preparaciones, guisos, estofados, caldos, salsas... Según la variedad a la que pertenezcan, las cebollas pueden ser de color blanco, amarillo o morado, y las podemos encontrar en todas sus variantes en los mercados municipales de nuestra ciudad.

La cebolleta se diferencia de la cebolla seca y de la cebolla tierna por no haber llegado a formar el bulbo. La cebolla tierna, verde o fresca es la misma que la seca, pero con su bulbo menos desarrollado (parte del tallo verde es comestible). Se recolecta cuando aún no está madura y es menos picante y de sabor más suave que la seca. Si se quiere aprovechar al máximo todas las propiedades de la cebolla lo ideal es tomarla cruda a través de las ensaladas, sobre todo, cuando es tierna.

Secas, tersas y firmes

Al comprarlas, hay que tener en cuenta que estén secas, tersas, firmes, crujientes, protegidas por su piel y que no tengan brotes. Se recomienda guardarlas en un lugar seco, sin luz y bien ventilado, nunca en la nevera, salvo cuando esté troceada. Si se quiere que duren mucho tiempo se pueden comprar en ristras y colgarlas.

Otra de las características de este producto es que provoca lágrimas al cortarlas. Un truco que nunca falla para no llorar con las cebollas es meterlas 15 minutos en el congelador o una hora y media en la nevera y después también es necesario cortarlas con un cuchillo bien afilado.