Opinión | LAS CUARENTA

La vida en un ascenso

Las imágenes de la celebración del ascenso del Castellón desde la fuente de Castalia.

Las imágenes de la celebración del ascenso del Castellón desde la fuente de Castalia.

Siempre soñé con un CD Castellón campeón pero sobre todo ejemplar, adalid del fútbol modesto, envidia deportiva y quijote contra molinos de viento y presupuestos imposibles. Pero la vida te estrella de bruces contra la realidad, te somete a duras pruebas y acaba mutando tu descaro juvenil en prudencia. Sin menoscabo de la familia o el trabajo, la salud se convierte en prioritaria y el fútbol pasa a ser la cosa más importante de entre las menos importantes. Mas nunca dejamos de ilusionarnos porque es la razón misma de nuestra existencia, y solo el fútbol nos devuelve a la infancia, a la inocencia, a la vida. Y barrunto que lo mejor está por venir.

Nuestro Castellón nunca desmayó. Ni en los tenebrosos momentos en que unos lo desangraban por acción, expoliándonos, y otros por omisión, por desidia. Siguió luchando en solitario y acertó a superar el abandono político, la falta de recursos, la sequía de éxitos y de público, y hasta la inquina de quienes no nos dejaban militar porque no entendían que nunca fuimos un club al uso, si no un modelo de fe, de inconformismo, de orgullo tribal, de pasión.

La temporada ha tenido de todo eso y de lo contrario. Porque los mismos que hoy celebramos el ascenso, tampoco teníamos reparos en cuestionar los motivos que trajeron aquí a un jugador de póquer; dudar de su apuesta por el big data o por un entrenador desconocido que ponía en peligro el marcador buscando más goles en vez de defenderlos; como exigíamos refuerzos de invierno para luego criticarlos; y hasta mirábamos de soslayo su enfrentamiento con el ayuntamiento en vez de apoyarlo. Esa maldita idiosincrasia albinegra que ni come ni deja comer tras la que se esconde envidia de un proyecto que nos ha devuelto la vida.

Pero el equipo acalló voces a base de oficio, administró sus virtudes, maquilló sus taras y se mostró como lo que es: un campeón que nos une a todos. Porque el ascenso es de todos, incluso de los agnósticos que no creyeron hasta el final o de quienes siguen de perfil. Ya lo he dicho más de una vez, que nadie pase facturas de albinegrismo, pero que tampoco se atrevan los turiferarios de siempre a dar lecciones ni repartir carnets. Los aficionados más jóvenes merecen guardar en la memoria este instante como el de la unidad que ninguno puede patrimonializar, y mucho menos minimizar, porque este va a ser el ascenso de sus vidas por muchas glorias que vengan después.

Post scriptum

El custodio del CD Castellón llegó a los soportales de la casa consistorial obnubilado por el ambiente, casi en volandas, y haciendo globos de chicle. Tan ¿despistado? iba que pareció hacerle una cobra a la alcaldesa cuando recibía uno a uno a los protagonistas de la gesta . Luego, ya en el interior, se fundieron en un abrazo y mostraron cierta complicidad en el transcurso del discurso institucional en el salón de plenos, al que declinó contestar. Cosas del idioma y que tampoco era el momento de afear el retraso/oportunismo en la implicación municipal, por eso mismo ayer prefirió suavizar el desplante en redes sociales

Bob Voulgaris evitó el protagonismo en el balcón pese a la insistencia de su afición , cediéndolo a los futbolistas. Begoña Carrascotambién lo rehuyó, aunque por diferentes motivos.

La plaça Major, aquella que no ha tanto habían prostituido los refundadores alquilándola al oro amarillo, aquella desde donde se orquestó la inextricable muerte en vida del Castellón, volvió a ser albinegra. Nunca dejará de serlo.