Cinco años después, y con independencia de los resultados económicos, deportivos y sociales, es normal, higiénico y hasta recomendable que Vicente Montesinos busque su relevo en la dirección de la Sociedad Anónima e incluso intente recuperar parte del dinero que dice haber destinado al club, y que ahora se entiende por qué no lo hizo a través de la ampliación de capital. Tiempo habrá para la valoración exhaustiva de esta etapa, tan pasional desde la presidencia, pero cuyo examen más aséptico, el de los números, ofrece una primera lectura incuestionable después de que la montaña rusa de este lustro nos deje una amenaza de disolución, un incremento de la deuda, militando en la tercera categoría del fútbol patrio y con una fractura social palpable pese al incremento del número de abonados, cuyo balance se conocerá tras la campaña de renovaciones de este verano.

La búsqueda de comprador para el Castellón ha frenado cualquier otra actividad, con el problema añadido que supone sobre todo para la confección de una plantilla competitiva con tan corta partida presupuestaria para las pretendidas --y obligadas-- aspiraciones de ascenso. Valga recordar que la cifra anunciada el curso pasado por el entrenador era la mitad de la publicitada por el presidente. Tampoco parece que la transacción vaya a ser inmediata y, con ella, poder retomar pronto esa necesaria planificación, por muchos nombres que se han anunciado los últimos días. Así, aunque se han reconocido contactos con dos grupos empresariales argentinos y también se ha especulado con el regreso de José Miguel Garrido, amén de los habituales y disparatados rumores, nada hay cerrado. De hecho, abundando en la experiencia de los cónclaves vaticanos, y como nunca sale elegido el cardenal que entra favorito, siempre hay un tapado, alguien del que todavía nadie ha hablado y acaba siendo el señalado por el espíritu santo.

Sea cual fuere su identidad, parece difícil encontrar a quien pague por unas acciones sin ningún valor mercantil y, además, asumir una deuda que el 30 de enero se estimaba podía alcanzar los 5,8 millones de euros y, ahora, todos dan por sentado que ya supera los 6   kilos. Los habituales en este tipo de subastas y mercadeos aprovechan las ganas locas que tienen los vendedores y ofrecen, como mucho, compensaciones en caso de ascenso, que es sinónimo de beneficios. El paso del tiempo perjudica, pues, los intereses del propietario en la negociación, quien de hecho ya ha rebajado considerablemente su precio.

Por eso, y porque Montesinos tampoco quiere precipitarse ni perjudicar más al club, no se puede descartar una tercera vía que hace un mes parecía imposible, oséase aguantar en el cargo. Una vez salvado el disgusto por tantos fracasos acumulados, esta nueva vía ofrece una imagen de firmeza a los posibles compradores, aunque con fuertes contraprestaciones que son las que en estos momentos estaría valorando.

La primera, claro está, la obligación de poner dos millones de euros con los que atender las deudas inmediatas y poner en marcha la maquinaria. La segunda, no menos decisiva, pasaría por la limpieza en todas las estructuras del club. Han sido demasiadas las comisiones y nóminas pagadas para los resultados conseguidos, ni los derivados por la gestión propia ni por las ayudas externas conseguidas. Nadie, absolutamente nadie se ha ganado la confianza del presidente ni la continuidad de sus prebendas. Y si Montesinos se decide y acierta, por fin, con los compañeros de trabajo, seguro podrá también recuperar esa colaboración que le niega el ayuntamiento por esa manifiesta indefinición de años y falta de proyecto coral, de soca, que ahora le ha dejado en tan difícil disyuntiva. Va siendo hora de que presidente y alcaldesa se hablen a la cara, porque el CD Castellón está por encima de todo y su futuro está en juego.