E l 5 de marzo de 1916 se hundió en las costas paulistas el vapor español Príncipe de Asturias . No chocó con un iceberg sino con una roca. De las 578 personas a bordo, incluidos pasajeros y tripulantes, murieron 445. El episodio se conoce como el Titánic brasileño. Un siglo más tarde, el símil de un país que naufraga como el mítico transatlántico inglés es corriente a la hora de evaluar los efectos de la gestión de Jair Bolsonaro. Pero el presidente brasileño no solo preserva a los votantes más conservadores, defensores del supremacismo blanco, sino que ha captado la simpatía de un sector de los pobres del nordeste, antiguos votantes de Luiz Inacio Lula da Silva, gracias a los 94 euros mensuales que otorga el Gobierno a las personas más azotadas por la por la pandemia.

«Nunca hemos tenido un Gobierno tan inepto», ha escrito, en la línea de otros expertos políticos brasileños, Renato Janine Ribeiro en la revista Piaui . Y es que la «gripecita» del coronavirus, como la ha calificado el capitán retirado, ha matado ya a unas 126.000 personas y ha infectado a más de cuatro millones en este país. Pero Bolsonaro ha aparecido sin mascarilla, incluso cuando estaba contagiado.

La actividad económica ha caído casi un 12% a pesar de que el presidente forzó la salida del desconfinamiento. La Amazonía enfrenta una devastación récord y Bolsonaro califica de «cáncer» a las oenegés defensoras del ecosistema. Se ha institucionalizado el racismo. Los asesinatos crecieron 6% durante el primer semestre del año a pesar del confinamiento. Pese a la cadena de desaciertos y las muestras repetidas de intolerancia ideológica, la imagen presidencial sigue a flote y navega sin contratiempos a la vista.

En las redes sociales, arma retórica preferida de la ultraderecha, se ha podido leer que «nunca en la historia de un país ha habido un gran amor por un presidente como está sucediendo con Bolsonaro, con una tasa de aprobación del 79%». Aunque se trata de una fake news , encerraba una verdad para muchos indiscutible: la última encuesta de la consultora Datafolha da cuenta de que la valoración de Bolsonaro ha pasado del 32% al 37%.

El senador Flávio Bolsonaro es sospechoso de realizar transacciones financieras ilegales. Además, su exasesor, el expolicía Fabrício Queiroz, se encuentra detenido tras desnudar una trama de corrupción que llega hasta la primera dama, Michelle Bolsonaro.

«Qué ganas de reventarte la boca a golpes», le contestó el presidente a un periodista cuando le preguntó sobre los citados vínculos corruptos de su esposa. Muchos analistas políticos se preguntan si la popularidad del capitán retirado continuará su ascenso hasta el punto de consolidar su sueño de ser reelegido en el 2022. La llave del repentino respaldo que le dan los sectores más pobres son los subsidios pese a que el ministro de Economía, el neoliberal Paulo Guedes, ya avisó de que se terminan a final de año.