Una nueva generación de festeros que creen firmemente en la tradición y la combinan con su mirada llena de futuro y ganas de trabajar para que las celebraciones de Castellón avancen a paso firme. A ella pertenece María Iturralde Cubertorer, la joven madrina de la gaiata 1, Brancal de la Ciutat, para la Magdalena del 2018, que nació hace 19 años, un domingo de Romeria, en un presagio de su amor y pasión por las fiestas de Castellón. La genética manda y María tiene sangre azul en el linaje del món de la festa, con una larga estirpe magdalenera.

La joven, que estudia Química en la UJI y quiere «trabajar en un laboratorio», lleva vinculada a Brancal de la Ciutat «desde muy pequeña, hace ya 10 años». Ya fue madrina infantil del sector en el 2009, y, al año siguiente, dama de la ciudad, en la corte de la reina Ana Frías. Su hermana, Beatriz, fue también madrina infantil en el 2013 y reina infantil en el 2014. Pero el abolengo viene ya d’antic. Su bisabuelo, Carlos Murria, fue fundador y primer secretario de la Junta Central de Festejos, medalla de oro de las fiestas 2004, y gaiater de l’any en el 2010, entre otras distinciones. Y su abuela, Pilar Murria; y su padre, José Iturralde, han seguido la saga, plenamente involucrados en la renovación permanente de las fiestas de la ciudad.

Pero este año será María la gran protagonista. «Tenía una ilusión tremenda de poder lucir la banda de madrina mayor de mi sector, al que estoy superorgullosa de representar, en Castellón y fuera», señala la joven. «Voy a disfrutarlo mucho, y a grabar cada instante con la comisión, con la madrina infantil y con mis compañeras madrinas para siempre», dice, para rematar que «no somos compañeras, somos amigas para siempre».

Decidida, curiosa, siempre sonriente, María tiene claro que «hay que fomentar la gaiata, el símbolo de la fiesta, e impulsar los sectores en la Magdalena de interés turístico internacional». Ella lo siente, la mascletà palpita en su interior al pensar en la semana grande. «Quiero vivir el Desfile, pero sobre todo la Ofrena, para entregar mi orgullo a la Mareta de Castellón, la mía».