Si hay un sector gaiater donde la religiosidad popular alcanza su máxima expresión, este es sin duda el que lleva el guarismo 11, Forn del Pla, el del Raval de Sant Fèlix. Con el epicentro espiritual en la iglesia parroquial de la Sagrada Familia, antiguo templo que fue regentado por los Frailes Menores Capuchinos (también en menor medida en la iglesia cercana de Nuestra Señora del Carmen), el enclave urbano se convierte en todo un mosaico de santos, vírgenes y cristos que inundan las calles del barrio en un embriagador aroma de cera e incienso cuando llegan las respectivas festividades litúrgicas.

Es la gaiata con el mayor número de festes de carrer: Virgen de la Balma, Santa Bárbara, Sant Fèlix de Cantalicio, Mare de Déu del Lledó y Sant Roc.

Cada una de sus procesiones se convierten en demostración palpable de la tradición y un recuerdo a los ancestros, entre finales de septiembre y todo el mes de octubre. Pero también en Semana Santa, fiesta de interés turístico provincial, cuando la Virgen de la Soledad, preciosa talla barroca de autor anónimo del siglo XVIII, procesiona en la noche del Viernes Santo llevada fervorosamente por la rama de llauradors de la Cofradía de la Sang, en una de las estampas de mayor calado castellonero durante los días pasionista de la ciudad.

Y, regresando a la esglesia dels frares, no se puede dejar de citar a la venerada imagen del Cristo de Medinaceli, de la hermandad del mismo nombre fundada en 1988, y que despierta también los más íntimos sentimientos de fe y veneración popular.

Pero no acaba ahí la cosa. En la misma iglesia de la Sagrada Familia se halla la imagen de la Mare de Déu del Lledó dels panaders, la patrona del Gremio de los Panaderos, en la inmemorial tradición de fe de este oficio artesano; la Divina Pastora, de honda devoción en las comarcas del interior castellonenses, y la imagen de Nuestra Señora de las Tres Ave Marías, la otra de las imágenes marianas coronadas. H