Barcelona ha vuelto a ser capital de la solidaridad y la reivindicación con la impresionante manifestación del sábado, la más grande de las celebradas en otras ciudades europeas. Casa nostra, casa vostra ha movilizado en un mes, junto al concierto del Palau Sant Jordi, a decenas de miles de personas reclamando el derecho de asilo y poder acoger a las personas refugiadas. Basta de excusas, queremos acoger era uno de los muchos mensajes de esta manifestación en la que se exigió responsabilidad y compromiso a las instituciones. Se hace urgente la defensa de los derechos humanos. Y es imprescindible la participación y la movilización ciudadana.

Frente a Barcelona, Madrid también se mueve, pero mucho menos. He participado en el encierro de mujeres en Madrid, apoyando a la asociación gallega Ve la luz y a las mujeres que llevan diez días en huelga de hambre acampadas en la Puerta del Sol, plaza que simboliza el movimiento ciudadano. Pero la capital ya no es lo que era ni se mueve como se movía. Las mujeres gallegas encabezan la protesta y exigencia al Gobierno, y a todos los partidos políticos, de alcanzar un Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Un pacto para luchar con determinación contra el terrorismo machista que sigue asesinando y maltratando a las mujeres, un pacto para establecer protocolos que puedan acabar con esta lacra y que articule a todas las administraciones publicas y grupos sociales. La recogida de firmas que ha puesto en marcha este colectivo suma ya más de cien mil apoyos, pero la llamada a participar en el encierro de Sol ha tenido una respuesta tímida. Los derechos y la vida de las mujeres no tienen todavía el respaldo masivo de la sociedad ni de sus instituciones. En una semana de encierro han contado con escasos apoyos institucionales y políticos. Van a seguir en Sol, con un creciente respaldo de organizaciones y colectivos ciudadanos.

Junto a Barcelona y Madrid, las ciudades del país valenciano, deberían ser también espacios para la reivindicación masiva de los Derechos Humanos. Nos movilizamos pero es necesaria una mayor implicación, contundencia y creernos que es urgente defender y proteger a las mujeres. Una sociedad decente tiene que presionar y abanderar estas luchas para reclamar justicia social. Mujeres, personas refugiadas, personas sin recursos, precisan de la complicidad social y de toda la solidaridad institucional.

*Periodista