De repente un latigazo recorre la columna de la conciencia. Como un golpe seco en las cervicales, una explosión en los oídos ante lo incomprensible, ese tipo de maldad que se escapa de lo tangible, de lo racional.

Hay casos que rebasan los límites del ser humano y que a todos nos hace mirarnos por dentro, revisar nuestras propias estanterías y cuando, después de haber recorrido el horror, volvemos a la superficie tomamos aire y nos damos cuenta de que, en ocasiones, como dijo Plauto, «el hombre es un lobo para el hombre».

Enfrentarnos a la maldad sin ambages es un ejercicio doloroso. El caso del pequeño Gabriel es un ejemplo. De lo peor y de lo mejor del ser humano. De la miseria más grande que puede haber, de la tristeza infinita que se cuela como una gotera en nuestros pensamientos, de la grandeza de unos padres que piden que el caso de su hijo asesinado se convierta en un mensaje de amor.

El caso de Gabriel, como tantos otros, nos ha enfrentado al abismo de la negrura. Por desgracia, en ocasiones, el ser humano muestra su peor cara. Pero decía el escritor español Jacinto Benavente que los malos no pueden hacernos olvidar que hay buenos.

Y lo peor de todo es que no existe una solución para estos casos que nos rompen las costuras de la razón. Ninguna ley nos puede proteger de casos como el del pequeño Gabriel, de casos como el de Marta del Castillo, Mari Luz, Sandra Palo y tantos y tantos casos que nos conmocionan. En España ahora mismo está abierto el debate sobre la prisión permanente revisable y la posibilidad de su derogación.

Es un debate que debemos abordar desde el punto de vista de la libertad. Ninguna ley, ya digo, nos puede salvar de este tipo de casos. Nadie nos protege de la maldad pero sí creo firmemente que la prisión permanente revisable debe ser un debate sobre la protección de la libertad y solo reforzando la seguridad podemos ser libres.

No nos podemos olvidar que España no tenía una respuesta penal más justa para castigar crímenes como los de ETA o casos tan abominables como el asesinato de niños. Éramos una isla en toda Europa cuando es una pena normalizada en toda la UE.

Y la función del poder Ejecutivo es articular leyes que nos permitan ser más libres. En el 2015 el Gobierno puso en marcha la prisión permanente revisable para supuestos graves. Además, no nos podemos olvidar de que es una pena que posibilita y aspira a la reinserción y que no va en contra de nuestra Constitución.

Una cuestión que cuenta, además, con el 80% de apoyo de la sociedad española no debe tomarse a la ligera ya que la labor de los gobernantes es buscar acuerdos sociales y reforzar las herramientas para tener una sociedad cada vez más libre y más justa.

*Presidente de la Diputación provincial de Castellón