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Al día siguiente de confirmarse el no de la CUP a la investidura de Artur Mas, podemos dar casi por seguras unas nuevas elecciones autonómicas en Cataluña, las cuartas en cinco años. A la espera de conocer hoy sus intenciones, Mas adelantó ayer que se siente con ganas de “plantar cara a quienes ponen las cosas difíciles” y con fuerzas para “seguir luchando”. CDC aseguró a mediodía que no presentará un candidato alternativo como pedía la CUP, adelantándose también a una hipotética demanda de ERC, para evitar las elecciones. Pocas dudas quedan, pues, de que Mas concurrirá a los comicios de marzo como líder de CDC, en alianza o en solitario. Ayer mismo, Josep Rull, adelantaba la predisposición a repetir la fórmula de Junts pel Sí.

Convergència se encuentra en una situación muy delicada. De ser la fuerza hegemónica en Cataluña, su representación ha menguado a medida que abrazaba el ideario independentista. El partido ha seguido tras su líder en este viaje a la “desconexión” y ha convertido esa marcha improvisada en algo parecido a una huida. Mas necesita refundar el partido, pero carece del tiempo. La Convergència de los recortes y de la corrupción (orgánica y de la familia Pujol) pesa como una losa sobre el intento de volver a ser lo que fue.