El Instituto Karolinska de Estocolmo ha otorgado el Premio Nobel de Medicina a tres investigadores estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young, por sus investigaciones sobre los mecanismos moleculares que regulan los ritmos circadianos. Estos científicos pueden considerarse los relojeros del organismo ya que, gracias a su trabajo, ha sido posible conocer los engranajes que marcan nuestro ritmo biológico, desde la alimentación a los cambios de nuestro entorno. Además, los premiados han puesto de manifiesto que los ensamblajes que marcan los ritmos biológicos son similares en distintas especies: el ser humano, animales y plantas.

Al parecer hay un reloj principal que recibe información sobre la existencia de luz u oscuridad, y que evidentemente está conectado a los ojos. Al igual que un director de orquesta, este reloj sincroniza a otros pequeños relojes periféricos, que se encuentran situados en el riñón, el corazón, el hígado, etc. Si estos relojes se desajustan (cronodisrupción) aparecen problemas. Es un hecho que la cronodisrupción (sufridos por ejemplo por trabajadores rotativos o por el jet lag) aumenta el riesgo de alteraciones, como el síndrome metabólico, el insomnio o los trastornos de memoria. No deja de ser curioso que este reloj biológico tenga un llamativo componente social pues está influido por los estados de ánimo de los demás. Si vemos a una persona triste, se ralentiza para que aceleremos nuestra sensación de paso del tiempo y nos apresuremos a consolarla. Sería como si nos sincronizáramos al tiempo del otro. Así, las expresiones faciales y el lenguaje no verbal le condicionan, por eso las madres suelen hablar más despacio y gesticulan con lentitud, para adaptarse al tiempo de sus hijos de manera inconsciente.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)