Cuando a finales de los años noventa del pasado siglo Carlos Fabra propuso lo que entonces se denominó el proyecto de los cines para El Grau, en el transcurso de una reunión con los más destacados miembros del equipo municipal de gobierno del Ayuntamiento de Castelló, ya manifesté mi opinión contraria a semejante actuación. No es nada nuevo que desvele ahora; he escrito al respecto en varias ocasiones. Empero, conociendo que la memoria es sumamente flaca, vuelvo a recordar cómo empezó el mayor despropósito urbanístico cometido en la capital de la Plana en los últimos veinticinco años, por mor de la Autoridad Portuaria del momento, teledirigida por Fabra. Aquella fue una decisión arbitraria e interesada, cuyas vergüenzas pronto comenzaron a aflorar hasta llegar a la situación actual del cierre de las salas de proyección y la ocupación por parte de una constructora de un edificio destinado al ocio que ahora pretende ser transformado en oficinas, dado el fracaso para el fin que fue concebido.

Es menester recordar la primera idea para integrar la zona portuaria con el casco urbano, en este caso el Paseo Buenavista, diseñada por José Luis Peralta , presidente de la Autoridad Portuaria hasta 1996, autor de la exitosa Plaza del Mar. La solución de Peralta para el muelle de Costa era racional y suponía una adecuada integración con el casco urbano de la ciudad, proyectando establecimientos de ocio en planta baja y zonas ajardinadas multiusos. Ante todo, la propuesta de Peralta no suponía una descomunal barrera de hormigón en la primera línea de Castelló frente al mar y, además, era compatible con la creación de los tan deseados cines para El Grau, con dos soluciones que yo mismo propuse en la mencionada reunión municipal en la que se fraguó el desaguisado urbanístico. Con dibujo a mano alzada incluido, consideré que las salas podían ir perfectamente en el tinglado del muelle de Costa, magnífica construcción de 1947, o en unas nuevas instalaciones en el muelle de Levante, frente a la desmantelada factoría de la antigua Fertiberia, aquella maldita fábrica de fertilizantes que durante dos décadas estuvo contaminando sin control. La construcción de los cines en el muelle de Levante tenía continuidad de futuro, ya que permitía desarrollar una idea más ambiciosa en la consolidación de la necesaria ciudad del ocio para Castelló, aprovechando los terrenos del puerto en su zona norte hasta el Planetario de la playa de El Pinar. Vano intento por mi parte. El muro de hormigón se levantó, pese a la oposición vecinal y el estupor mostrado por técnicos especializados y políticos de otros puntos del Mediterráneo, incluso del Parlamento Europeo, que no daban crédito. Tamaña barbaridad era inédita en la cuenca mediterránea. Dieciocho años después, el Grau se ha quedado sin cines y, siguiendo la dinámica del despropósito, que en este caso parece infinita, surgen rumores, de lo que podríamos llamar fuentes solventes, asegurando que el espacio donde se proyectaban películas albergará un hipermercado. Un gran éxito. ¡Qué pena!

Ahora hay que ir al rescate de Puerto Azahar y en ese empeño, tan loable como difícil, están comprometidos dos jóvenes empresarios con tesón, ganas, ilusión y, sobre todo, corazón. Álvaro Amores y Daniel Zamora han presentado un proyecto en el que van a arriesgar una inversión de entre setecientos mil y un millón de euros, para hacer lo que los iluminados personajes promotores de la cosa ni supieron ni quisieron ver. Nunca es tarde si la dicha es buena, así que Amores y Zamora, con grandes arrestos y desafiando al complicado panorama propiciado por el covid-19, esa plaga bíblica procedente de China que nos tiene en un sin vivir y de la que poco se sabe, han decidido arriesgar abanderando un proyecto que las administraciones implicadas fueron incapaces de ahormar, ni siquiera en los últimos cinco años en los que se ha producido el cambio político, tanto en PortCastelló como en el ayuntamiento de la capital. Si bien es cierto, me consta que esta plausible iniciativa empresarial ahora cuenta con el apoyo de Francisco Toledo , presidente de Puertos del Estado, que es quien tutela a la Autoridad Portuaria de Castelló, cuya presidencia sigue vacante. La acción empresarial pretende dar uniformidad, dentro de la diversidad, a la oferta de ese espléndido mosaico de posibilidades que es Puerto Azahar. Pero semejante acción privada necesita del respaldo de las instituciones públicas, con acciones concretas que avalen el riesgo asumido por empresarios comprometidos en momentos tan complicados, en los que el sector hostelero vive en una auténtica encrucijada. Amores y Zamora propician la gran oportunidad de hacer realidad el histórico anhelo de que nuestro puerto sea de verdad un referente del ocio ordenado, sostenible y atractivo. Es el momento decisivo y los responsables públicos tienen la obligación de implicarse, en aras al bien de Castelló, finiquitando el mal endémico de una ciudad que ha vivido permanentemente de espaldas al mar.

El Grau es un diamante en bruto que nadie ha sabido pulir y esta puede ser la ocasión decisiva. La encomiable iniciativa de Álvaro Amores y Daniel Zamora parece que está sirviendo de acicate para el ayuntamiento de Castelló, cuya tenencia de alcaldía del Grau dirige Rafa Simó . Los conciertos en los terrenos del Real Club Náutico y la peatonalización del Paseo Buenavista durante las tardes de los viernes y sábados constituyen decisiones que van por el buen camino. Al igual que el Ciclo Novela, Historia y Playa que durante los jueves de julio y agosto se celebra en la playa del Serradal, organizado por la concejalía de Turísmo, cuya titular es Pilar Escuder , y bajo la coordinación del escritor e historiador Javier Más . Desde luego es el camino, pero queda por andar un gran trecho. La alcaldesa, Amparo Marco , tiene la oportunidad de subirse al tren del Grau, ese tren tan necesario para la ciudad que, legislatura tras legislatura, han dejado escapar los políticos municipales de uno y otro signo. Merecería la pena que desde el consistorio se contemplara la posibilidad de convocar un concurso de ideas al máximo nivel para transformar el urbanismo y la arquitectura del distrito marítimo, hoy en un inmerecido estado. Es la hora de la audacia, Amores y Zamora son el ejemplo. H

*Periodista y escritor