Un año después de que la Unión Europea diera un paso más en la aceptación de los insectos como alimento, una apuesta pionera en Bélgica va a hacer que se convierta en el primer país europeo en explorar su potencial alimentario.

En el 2013, Bélgica se abrió paso en el mercado al autorizar una lista de 10 insectos para consumo humano, cinco años antes de que el organismo comunitario diera luz verde a una nueva política para agilizar las autorizaciones de nuevos alimentos, aún a prueba de paladares europeos.

Una de las impulsoras de esta iniciativa es Maïté Mercier, creadora de Little Food, la primera granja urbana en Bruselas de cría y producción de grillos, que se encarga también de su transformación para convertirlos en aperitivos, galletas o salsas para untar.

«La idea era encontrar una proteína verde para los consumidores sensibilizados con el medio ambiente y los aspectos nutricionales de la alimentación, y proponer una alternativa a la carne que aporte diversificación a sus platos», explica la bioingeniera.

En el futuro, afirma, espera lanzar una hamburguesa de grillos, que ya ha producido a pequeña escala, aunque admite que es «demasiado pronto», porque hace falta una mayor sensibilización que amplíe el nicho de mercado y el potencial de esta pequeña empresa.

Ya en el 2013, la FAO recordaba que los insectos forman parte de la dieta de al menos 2.000 millones de personas, así como su potencial como alimento para abastecer a la población en un futuro.