Cuentan que Sant Antoni hacía penitencia en el desierto y que un cuervo le llevaba pan como alimento. Otros dicen que se conmovía de tal manera con la pobreza que, en alguna ocasión, distribuyó todo el pan del convento en el que residía entre los más necesitados. Sin embargo, las cestas volvieron milagrosamente a estar llenas, lo que les aportó alimento, tanto a los frailes como a los pobres que sobrevivían en su entorno.

En Vila-real, como en la práctica totalidad de los municipios de la Comunitat y de otros territorios de España, se cuentan por miles los panets que las panaderías de la ciudad elaboran y venden a sus clientes coincidiendo con la festividad de Sant Antoni, así como en días previos e incluso en los posteriores.

La tradición vila-realense consiste en que los artesanos realicen una masa un tanto distinta a la del pan habitual. Base que, como principal característica diferencial, está elaborada utilizando cierta cantidad de aceite, lo que le aporta mayor suavidad para el paladar y un sabor propio.

Manolo Gil y su hermana María Rosario regentan el horno tradicional Masianet, uno de los muchos que por estas fechas tiene un trabajo extra con los populares panets de Sant Antoni. «Es un producto que te solicita la clientela ahora y que solo elaboramos para estas jornadas», explican, a la vez que cuentan que no solo venden el preciado manjar en la panadería, sino que también sirven los encargos de algunos colegios.

Por su parte, hoy, a partir de las 19.30 horas y desde la plaza Mossén Ballester, sale la tradicional Matxà, que desde hace 46 años organiza la Congregació de Lluïsos y cuenta con la colaboración de las concejalías de Juventud y de Tradiciones.

En esta ocasión, repartirán 4.000 rotllos entre los participantes en la cita, que obliga a desviar los autobuses que van a Castellón y Burriana entre las 18.00 y las 22.00 horas.