Estos paisajes urbanos aparentemente tranquilos, que ofrecen calma y color y luz y apenas una sola silueta humana en toda la serie, hablan de la belleza estática del horizonte; de la confluencia entre el límite de las casas, que se presume habitadas, y el límite del cielo de un azul mediterráneo y ajeno al quehacer de los habitantes de la ciudad. No se sabe si permanecen en sus hogares o simplemente han desaparecido.

El confinamiento debido a la pandemia provocada por el virus COVID19 habla de la soledad individual y la soledad de las calles y el vacío de los paisajes urbanos, sin peatones, obligados a no salir de casa más de lo imprescindible por temor a contagios masivos. Los sueños rotos - mis pajaritas y flechas de papel - ya son comunes.