Fueron los otros grandes protagonistas de la Feria de la Magdalena. Entre bambalinas, se han encargado de darle brillo al ciclo taurino. No visten de luces ni se llevan las grandes ovaciones de la tarde, ni tampoco las recompensas más sustanciosas, pero han sido maestros en lo suyo y, cada uno a su estilo y sapiencia, han sostenido el pedestal para mantener en lo más alto la categoría de esta plaza. 

Los areneros, que son aquellas personas que se encargan de mantener y arreglar el ruedo para que esté en perfectas condiciones, han cobrado un gran protagonismo esta feria debido a las inclemencias del temporal, que han puesto a examen sus conocimientos en la materia. Superaron la prueba con creces, demostrando que el equipo comandado por el cabo Salvador Agut es, sin duda alguna, uno de los mejores de España. Ahí están las pruebas. Después de llover de manera casi ininterrumpida durante toda la semana, su pericia consiguió salvar la Feria. Solo dos festejos se suspendieron cuando estaba en juego todo el ciclo, con miradas al cielo cada día pidiendo clemencia. 

La colocación de la lona sobre el ruedo impidió que la lluvia calara la arena. Se puso y se retiró a su debido tiempo, siempre con el ruedo seco pues al contrario, con el piso embarrado, tiene un efecto contrario que impide que se oree y se seque la arena. 

ADMIRACIÓN. El Ceci cumplió el sueño de conocer a su ídolo: Morante. JORDI JUÁREZ

Lograron salvar el festejo del sábado cuando parecía una quimera, gracias a su esfuerzo y dedicación desde buena mañana. Y con la ayuda, clave, de la empresa Satine, que aportó más de 5.000 kilos de sílice, un componente natural que facilita el buen drenaje del agua y que los areneros repartieron perfectamente. Los toreros reconocieron la labor.

Cosa de artistas

«El toreo es el arte entre las artes. La fusión entre el toro y el torero es la mejor pintura, escultura u obra de teatro que puede existir», acuñó en su momento Enrique Ponce. Y eso bien lo saben los grandes artistas, que siempre se han inspirado en la tauromaquia: poetas, pintores, músicos…

En Magdalena se paladeó el arte Mediterráneo, con la presencia de Ripollés, a quien se dedicaba la Feria. O la música de la Schola Cantorum de la Vall, que fue la banda sonora perfecta para un guion de emociones y sentimientos. 

Ripollés no faltó a la cita cada tarde. Incluso apoyó con su presencia a los novilleros, y eso que llovió lo suyo. Pero ahí se mantuvo Ripo, paraguas en mano que solo soltó para recoger el brindis de Lenny Martin. El francés, la fama de Ripo siempre se extendió allende nuestras fronteras, tuvo un gran detalle con el maestro. Entre los diestros, también le brindó Morante de la Puebla. ¡Cómo no! Ellos eran los grandes maestros de esta Feria, los que compartían incluso la iconografía de promoción en la cartelería. Dos bohemios con su punto de locura. Tan distintos y personales, tan artistas… Creadores de ilusión, figuras en lo suyo. 

LOS HÉROES. Los areneros salvaron la feria gracias al empeño que pusieron para que el ruedo, perjudicado por las lluvias, estuviera en perfecto estado. JORDI JUÁREZ

Quien también creó ilusión fue la banda de música. Se estrenaba en la Magdalena la Schola Cantorum de la Vall d’Uixó, después de su éxito en la pasada Feria de Cine en junio. Y lo hizo, como no se esperaba de otra manera, por la puerta grande. De nuevo hizo levantar al público de sus asientos con esa joya de pasodoble que es La Concha Flamenca, y que tan bien interpreta. Fue el acompañamiento ideal para la faena de Manzanares premiada con dos orejas. Parecían ser una obra ensayada, una conjunción perfecta entre toro, torero y música. Se han ganado repetir, como los toreros.

Hay otra historia digna de mención, la del joven Cecilio Lorite, el novillero de la Escuela de Castellón que protagonizó la cara más dura de la Feria. El Ceci, así se anuncia en los carteles, sufrió un feísimo percance en la cara. Su novillo le infirió una cornada en la boca. Sin embargo, apenas unas horas después, todavía con la herida abierta, nadie le quitó la ilusión de ver a su gran ídolo: Morante. Y además, cumplió uno de sus sueños: estar junto a él, conversar, compartir impresiones… y hasta le regaló una muleta. Lo hizo en el patio de cuadrillas y después en el callejón, desde donde vio la corrida. Un día inolvidable. Como lo fue la Feria. Con la ayuda de todos.