Querido lector:

Las políticas de los responsables públicos pueden ser mejores o peores, más o menos acertadas, discutibles o no en su oportunidad, aplicación o consecución. Además, si me permiten, pueden ser incluso nefastas o perjudiciales para los administrados. Al final, las urnas dictaminan cada cuatro años en lo que formalmente denominamos democracia, y el acierto o el desacierto tiene una valoración u otra de forma asegurada.

Sin embargo, en el devenir político, además de gobernar, gestionar o administrar es necesario explicar la acción política. Es decir, no basta con adoptar una decisión, sino que hay que explicarla y razonarla --es otra de las ventajas de nuestro sistema--. Es necesaria la coherencia entre la acción de gobernar y la captación por parte del administrado, la unidad de la acción política y el mensaje.

Y precisamente esta simbiosis es lo que se está echando en falta en Castellón en relación a las políticas sobre el agua. El ciudadano de Castellón no entiende que el ministro Jordi Sevilla argumente la posibilidad de un minitrasvase del Ebro a la provincia y que al día siguiente su colega de Gobierno y partido Cristina Narbona casi le venga a contradecir. O que el PSOE de Enrique Navarro ayer en la Diputación vote en contra de esta reivindicación --reconocida por Sevilla--, aunque se primen primero otras obras del Plan Agua.

El ciudadano, --que no entra en matices que todavía no ve--, advierte inevitablemente de falta de unidad en el mensaje.