Dice nuestro sabio refranero que el que espera, desespera. Y es cierto. Hace unos años los pasajeros del aeropuerto de Houston se quejaban porque tenían que esperar demasiado tiempo para recoger sus equipajes. Los directivos del aeropuerto decidieron contratar más personal para reducir el tiempo de espera. Pero aún así las protestas no cesaron. Analizando el problema observaron que desde la salida del avión hasta la cinta con las maletas los pasajeros andaban 1 minuto, mientras esperaban 7 en la cinta. La idea que tuvieron fue mover la puerta de llegada para que los viajeros tuvieran que andar 6 minutos y esperar 2 la salida de las maletas. Las quejas finalizaron. Y es que el tiempo que permanecemos haciendo algo lo percibimos más corto que el tiempo que estamos sin hacer nada.

Los estudios corroboran que se sobreestima el tiempo de espera en un 35% más de la espera real. Un ejemplo lo encontramos cuando avisamos a una ambulancia. Siempre nos parece que ha tardado más tiempo de la demora real. Expertos coinciden en que la paciencia es una virtud digna de fomentar, pues es una habilidad relacionada con el control de impulsos, la persistencia y la tolerancia a la frustración. En este punto conviene recordar al poeta francés Nicolás Boileau cuando decía: “Procuro ser siempre puntual, pues he observado que los defectos de una persona se reflejan muy vivamente en la memoria de quien espera”. H

*Psicólogo clínico