Navidad está a las puertas. Muchos se preguntan cómo será este año la Navidad a causa de la pandemia del covid-19. Porque sigue habiendo muchas personas contagiadas y fallecidas a causa del virus; el futuro laboral y económico es incierto; hay miedo y desesperanza; vivimos en estado de alarma, con restricción de movimientos y medidas sanitarias a observar; estará limitado el número en las reuniones familiares y sociales. Nuestra forma de vivir, celebrar y festejar la Navidad este año será distinta.

Pero lo que no cambiará es el misterio de fe, que celebramos cada año en Navidad; sucedió hace más de dos mil años, pero permanece para siempre. Dios ha nacido en Belén, ha entrado en nuestra historia humana, se ha hecho uno de los nuestros. El Niño, que nace, es el Emmanuel, Dios-con-nosotros; y se ha quedado para siempre con nosotros. Por eso siempre, también este año, habrá Navidad. Y la situación causada por el covid-19 nos puede ayudar a centrarnos en lo fundamental.

En Navidad resuena el anuncio del ángel a los pastores. «Hoy, en la ciudad de David , os ha nacido un Salvador: el Mesías» (Lc 2,10-11). Este es el centro y esta es la buena noticia de la Navidad, la razón más profunda de nuestra alegría navideña, que es motivo de nuestra esperanza, siempre y más, si cabe, en estos momentos de obscuridad. Como los pastores escuchamos con estupor este anuncio y acudimos con gozo al belén a contemplar este misterio de salvación: el Hijo de Dios se hace carne y acampa entre nosotros.

Ese Niño es el Mesías esperado, es la luz para el pueblo que camina en tinieblas (cf. Is 9, 1). Al pueblo oprimido y doliente se le apareció «una gran luz». Es la luz de la nueva creación. En Jesús, la luz originaria vuelve a resplandecer para la humanidad. También en estos momentos de pandemia, nace Dios, hay Navidad. Dios nunca nos abandona. Para todos, mi deseo de una feliz y santa Navidad. H

*Obispo diócesis Segorbe-Castellón